Atlántida

Crítica de Alejandra Portela - Leedor.com

Lo primero que aparece en Atlántida son las abejas.

El ruido del panal en el que la cámara se termina perdiendo. Luego una serie de planos bellísimos de una mujer preparada para saltar a una pileta. Mujer que resultará ser una adolescente de 17 años.

Una ciudad del sur de la provincia de Córdoba en los tiempos de la sequía de 1987, cuya vida parece girar en torno a los jóvenes que recorren las calles vacías a la hora de la siesta.

La pileta del club, la manguera del patio, algún que otro signo de aburrimiento. La historia tiene un nodo principal que es la de dos hermanas Lucia y Elena, la primera se prepara para ir a Buenos Aires a estudiar arquitectura, la segunda con una bota de yeso ejerce su tiranía de hermana menor: una mención a la culpa sobrevuela esa relación.

Barrionuevo, joven directora cordobesa, que viene de mostrar su pelicula en Berlin y en Tolouse tiene un sentido del tiempo en el giro de sus historias de una sutileza realmente poco vistas. Inevitable la relación con el cine de Lucrecia Martel: por el ámbito provinciano y por la temática en la que los adolescentes suelen mover los hilos del mundo. En Atlantida, así como irrumpe el médico, se supone amigo de la familia, y aparece la idea de Elena del paseo hacia el campo tambien irrumpe la salida de Lucía en la camioneta, y el encuentro con la amiga de su hermana. Promedia el film y a modo de media res una historia de niños en el campo, una habitación con juguetes construida en medio del bosque y una relacion de poder entre hijo del patrón e hijo de empleado que nuevamente nos devuelve al cine de Martel ahora ya con la ausencia total de los mayores. Y cuando parece que se trata de otra parte nueva, la historia de Elena, la de Lucía vuelven a reaparecer con un nueva vuelta de tuerca, hacia una intensidad más erotica y tambien mas critica.

Cierto tono monocorde en las voces no deja de acompañar este cine de climas velados y erotismo latente, en el que parece haber algo amenazante, a la vez que atrayente. Hay momentos casi mágicos: la luz del vestuario que rompe la primer conversación de Lucía y su amiga, el texto que se lee en la habitación: “estas a punto de entrar hacia un mundo deslumbrante y desconocido. ¿Estas preparado para partir?” son simbolos de pequeños estados de revelación por los que los personajes atraversarán esa isla mítica fascinante.