Ata tu arado a una estrella

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Birriopía

Una de las tantas escenas de Ata tu arado a una estrella, documental de Carmen Guarini (Ver entrevista) muestra una de las caras del polifacético Fernando Birri, tal vez la que más se aproxime a su esencia: el padre de la Escuela de cine de Santa Fe en su exilio final en Roma otorga a Carmen Guarini la chance de una entrevista como cierre de un proyecto comenzado por la cineasta en 1997 y que iba a llamarse Compañero Birri. Como un patriarca de los pájaros pero sin pájaros alrededor, aparece Birri con su cansino andar y habla con un fantasma de juguete para pedirle que se concentre, le habla a ese objeto para mostrarle a Carmen algo inesperado o imposible de acuerdo al ojo que lo observe. Pantomima de mago mediante, que lejos de ocultar parece dispuesto a exhibir sus trucos, descubre que el juguete se acciona con un botón. Todo preparado para la magia pero el botón parece no funcionar y entonces la mirada de Carmen abandona esa actitud de atención y en ese instante donde parece que todo avanza al terreno de la derrota de la imaginación, el sabio Birri vuelve a salirse con la suya y aprieta el botón -que siempre funcionaba- para que Carmen Guarini se sorprenda esta vez porque el fantasma baila y el asombro le gana una vez más al pesimismo de la razón. Birri allí es un niño juguetón y un viejo sabio, un maestro que aún en el ocaso del retiro enseña para luego responder sin tapujos esas preguntas difíciles a las que define sin pelos en la lengua como provocaciones de Carmen Guarini.

Es muy difícil llegar a conclusiones sobre Fernando Birri para quienes han tenido el priviliegio de estudiarlo como de trabajar junto a él en su constante andar y dejarse llevar por la realidad y la gente, sin interrupciones de carácter estético pero siempre con objetivos claros a la hora de encarar documentales, entrevistas o construir historias. Por eso Carmen Guarini apeló a la compañía con una cámara testigo, que gracias a la gentileza de Fernando Birri pudo escudriñar en sus momentos de mayor intimidad tanto en el quehacer cotidiano mientras el santafecino preparaba un proyecto en conmemoración a los 30 años de la muerte del Che Guevara en Bolivia y que se preguntaba por la utopía y su fin cuando la década de los ’90 generaba ese interrogante en toda la clase intelectual europea, así como fronteras hacia adentro.

En ese sentido, el acompañamiento de Carmen Guarini con su cámara conecta directamente con el mundo interior de Fernando Birri, las tertulias con amigos en uno de sus refugios en Rincón, Santa Fe, pero también se traslada a la escuela de San Antonio de los Baños, Cuba, para reencontrarse su proyecto más ambicioso y con un legado que al día de hoy exhibe la muestra palpable de dejadez por parte de las autoridades vigentes y los cambios políticos en la isla.

El material de archivo que se intercala en esta suerte de viaje cinematográfico con momentos de homenaje y otros de reflexión especular sobre el propio Fernando Birri, su pensamiento, sus películas, no categórico ni absoluto y el valor de la utopía en épocas de crisis realza aún más cada una de sus palabras a cámara o esos discursos frente a diferentes tipos de públicos. Todos ellos resumidos en un incansable ajetreo por lugares para un verdadero artista, quien hizo de cada exilio una chance de procesar creatividades para regresar con nuevas ideas y volver así a sembrar semillas de resistencia ante tanta espesura y chatura mental, con una enorme capacidad para escuchar y tener aún las ganas de acercarse a la vida, a la naturaleza, al hombre y sin olvidarse de defender con el cuerpo y el corazón su derecho a soñar.