Asia

Crítica de Diego Brodersen - Página 12

"Asia", con Shira Haas: una adolescente en problemas

La opera prima de la israelí Ruthy Pribar ofrece una pequeña historia de aristas dolorosas, pero sin golpes debajo del cinturón, confiando en el excelente trabajo actoral de sus dos actrices y en un guion conciso que no intenta darle lecciones de vida a nadie.

El afiche publicitario de Asia, opera prima de la israelí Ruthy Pribar, aporta un dato que posiblemente ayude a atraer espectadores: la coprotagonista no es otra que Shira Haas, cuyas facciones resultan reconocibles de inmediato gracias al notable éxito de dos series distribuidas por Netflix, Shtisel y Poco ortodoxa, aquí en el papel de una adolescente llamada Vika. El otro pilar actoral está a cargo de la actriz ruso-israelí Alena Yiv, como una mujer a quien todos llaman Asia, esforzada enfermera en un hospital público de Jerusalén y madre de Vika. El ruso fluido de Asia señala de inmediato su carácter de inmigrante y no es casual que los rusos judíos internados en el sanatorio la prefieran a la hora de vaciar la chata o cambiar la vía intravenosa. En el escaso tiempo libre que le queda, Asia –que anda por los treinta y cinco y es madre desde jovencita– se baja un par de tragos en algún bar, indecisa ante los avances de los hombres.
Vika, en tanto, practica con un skate, sale con su mejor amiga y coquetea con los chicos del barrio, pero una escena temprana permite colegir que su escasa resistencia al consumo de alcohol tiene un origen desafortunado. Asia podría anotarse sin demoras en la lista de films “de enfermedades terminales” (Vika sufre de una enfermedad degenerativa que, según los médicos, es irreversible), pero la realizadora logra darle un par de vueltas de tuerca a los lugares comunes del subgénero al centrarse en los vaivenes del vínculo madre-hija y a la relación especular entre la juventud presente de una con aquella del pasado de la otra. Un vínculo tan amoroso como terrible. La veinteañera Haas, cuya escasa estatura es consecuencia de los tratamientos para un cáncer de riñón sufrido durante la infancia, aprovecha esa característica física como apoyo para construir el personaje, sumándole otras señales físicas cuando la enfermedad ha avanzado. Pero lejos del histrionismo y la afectación, el sufrimiento de Vika corre por dentro y sólo explota cuando las tendencias autodestructivas salen a la superficie.

Asia hace malabares con las pocas horas de sueño e intenta llevar la situación lo mejor posible, consolada por un médico amigo (con beneficios), con quien mantiene una relación física no demasiado cómoda. Si hay una subtrama innecesaria en la película es aquella ligada al deseo de Vika de perder la virginidad, potenciada por la aparición de un joven enfermero que alterna su trabajo en el hospital con los cuidados hogareños de la muchacha. Ganadora de tres premios en el Festival de Tribeca y de casi una decena en los galardones de la Academia Cinematográfica de Israel, Asia no es inolvidable desde ningún punto de vista, pero a cambio sabe ofrecer una pequeña historia de aristas duras y dolorosas sin golpes debajo del cinturón, confiando en el excelente trabajo actoral de las dos actrices y en un guion conciso que no intenta darle lecciones de vida a nadie.