Así habló el cambista

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

EL OLOR DEL DINERO

Hablaba hace unos días con unos colegas sobre la falta de ambición de determinado cine de la región. Esta falta de ambición no debe ser entendida como falta de calidad, pero sí como una repetición de recursos dramáticos y cinematográficos que dejan a realizadores, público y crítica en una zona de confort. Es una zona de confort que se extiende demasiado en el tiempo, y que ha permitido que muchos directores circulen sin problemas en el circuito de festivales internacionales: hay como un manual implícito que muchos respetan y donde se indica qué se espera, más o menos, de un tipo establecido de cine que se hace por estas tierras. En esa falta de ambición que señalamos está la idea de que determinado estilo es contrario a la calidad, como si apelar a recursos vinculados con el cine de género significara una contravención al buen gusto. El cine clásico fue proverbial en la forma en que los autores lograban insertarse en el sistema y dotaban de gran personalidad a relatos que podían ser convencionales. Cierto prejuicio fue alejando a los autores del mainstream y acercándonos a este presente donde el mainstream es cada vez más lavado e impersonal y donde los autores se refugian en fórmulas funcionales a un sistema periférico de estreno. Sin embargo, y por suerte, cada tanto aparece ese autor que busca romper esquemas y se desprende con una obra distintiva, que se corre de lo que se esperaba de él. Así habló el cambista es ese tipo de película.

El uruguayo Federico Veiroj, a partir de obras como La vida útil, El apóstata o Belmonte, es un director que podía ser reconocido por un cine que apelaba a lo intimista y que reproducía lo fantástico en escala pequeña y humana. Instalado en el ámbito festivalero, a Veiroj le quedaba seguir reproduciendo los signos de su cine o motivar un cambio. Por suerte apostó por esto último y con Así habló el cambista construyó uno de esos relatos que apelan a códigos de un cine más amplio, que puede convocar al público por fuera del gueto, pero que no resigna nunca lo personal. Es una historia sobre el dinero, sobre la especulación y sobre la falta de escrúpulos para ascender en la escala social. Y es una historia, además, que apela a recursos del thriller político, que hurga en el diseño del drama familiar ascético a la europea y que bucea, además, en cierta estética del patetismo como lo hacía el cine italiano de post-guerra. Todo esto, revestido de una generosa dirección de arte y de un trabajo fotográfico notable. Es decir, Así habló el cambista es un gran espectáculo edificado en un diseño sofisticado de notables planos y movimientos de cámara. Lo peculiar, lo significativo, ingresa con la mirada del autor, con el extrañamiento que Veiroj le aporte al relato.

Hunberto Brause (Daniel Hendler) es un especulador financiero, un tipo que mete y saca plata del país sin importar con quién hace negocios. Y ese “sin importar” se acrecienta por cuanto estamos en tiempos de dictaduras sudamericanas y las valijas con plata que Brause administra tienes dueños misteriosos y demasiados rastros de sangre. Lo primero que sobresale en Así habló el cambista es el aspecto del protagonista: una melena ingobernable, unos pelos duros y alocados, un bigote tupido y unos dientes deliberadamente notorios. Brause tiene el aspecto de un roedor, y de uno que gusta buscar en la basura para sacar su ganancia. Por eso su amor por el queso y la fondue, aunque huela a podrido, como le dice Gudrum, su novia/esposa, hija de Schweinsteiger, primera gran víctima de Brause. O, mejor aún, porque huele a podrido es que lo vale, porque eso es todo lo que tiene sentido en la vida para el antiheroico Humberto.

Lo que cuenta Veiroj es el ascenso y caída de este peculiar personaje, un poco en la senda del relato scorsesiano, donde la moral adquiere dobleces singulares y lo familiar es la reserva fundamental. Pero hay en el director una intención puramente satírica, que empieza por el aspecto de Brause y sigue por la serie de decisiones que va tomando para tratar de escapar, siempre hacia delante. Avanzando por los años más trágicos de la historia política sudamericana, en verdad Así habló el cambista toca esa historia de manera lateral ya que, como le pasa a Brause, todo sucede a su alrededor sin que él repare en ese contexto. En definitiva es una fábula sobre el dinero y, muy especialmente, sobre el olor a podrido que emerge cuando es ganado con artes para nada nobles. Por eso el diálogo sobre la fondue de queso, por eso aquella escena escatológica en la que Brause sufre una indisposición al verse acorralado, por eso el aroma como argumento irrefutable de infidelidad. Con su aspecto de roedor y a partir de la rastrera -y perfecta- personificación que hace Hendler, Veiroj hace del cine un espacio que estimula el olfato y nos demuestra que algo huele a podrido en esa sociedad patética, especulativa y material.

Pero nada tendría demasiado sentido sin la apuesta de Veiroj, que decidió pegar un volantazo e ir por el gran espectáculo. Habrá que ver qué camino sigue ahora, pero sin dudas que estamos ante una película de quiebre en su carrera.