Así habló el cambista

Crítica de Isabel Croce - La Prensa

Parece que Humberto Brause (Daniel Hendler) nació cambista. Como Jordan Belfort ("El lobo de Wall Street"), encontró la verdad en "el origen de todos los males" y su verdad es el dinero. Eso que es capaz de manipular con la magia del prestidigitador y el cinismo de un croupier internacional. Desde sus orígenes montevideanos en la empresa de turismo y cambio del señor Schweinsteiger (alguien le dijo que ese apellido sonaba a porcino, pero él no lo creyó) su suerte estaba echada, y tan echada que hasta se casó con Gudrun, su hija. El destino de cambista y la esencia de la manipulación comenzaban a formar parte de su identidad y nunca supo si esa suerte de ADN que lo distinguía se contagiaba, porque la tal Gudrun era igual.

El tráfico de divisas no tiene secretos para el cambista, ya sea favoreciendo a un par de abuelos o a un mafioso brasileño, a un político uruguayo o a un guerrillero argentino. Necesidades, ambiciones y descréditos no tienen bandera. Son de cualquier país y un bróker libre como el viento tiene la posibilidad de manejar la plata como por coordenadas marinas. Si hasta el sistema bancario uruguayo lo favorece. Pensar que alguna vez, el cambista tuvo algún ideal y ahora eso se fue con el mismo ritmo de las corrientes marinas.

El director uruguayo Federico Veiroj ("El apóstata"), basado en la novela de Juan Enrique Gruber (1979), incursiona en el rubro comedia negra, pulsa el nerviosismo que le es característico en el estilo, el manejo de la observación y el ritmo acelerado, sumado a una buena dosis de suspenso y de conducción de actores a los mejores lugares (Hendler, Fonzi, Machín, Vicuña).

MINIMALISMO
Veiroj se maneja con soltura en distintos espacios temporales, y en el diseño de arte responde con austeridad y minimalismos. Articula con inteligencia, entrelaza alianzas y permite que el humor nunca abandone lo que puede convertirse en una farsa del peor gusto. Con inteligencia arma alrededor del antihéroe una telaraña en la cual se mueve con audacia y tranquilidad. Controla distintos tiempos, personajes, situaciones políticas, y a los que no se estrellan en espera de un turno que el cambista sabe administrar.

Una película difícil que desnuda corruptelas, personalidades, falsas ambiciones, todo en una suerte de comedia amachiettada que juega con el humor negro y la posibilidad de que toda sea, en el final, una pesadilla.