Así habló el cambista

Crítica de Gretel Suarez - Visión del cine

Resultado de una adaptación libre de la novela homónima de Juan Enrique Gruber, publicada en 1979, nace Así habló el cambista en coproducción con Uruguay, Argentina y Alemania. Seleccionada para competir como mejor película extranjera en los Oscar.
El film retrata la historia de ambición de Humberto Brause (Daniel Hendler), un uruguayo, quien fuera herramienta de enriquecimiento para élites de Latinoamérica y codicioso experto en el cambio de moneda. Durante la trama, el personaje de Hendler, se verá envuelto en una serie de maniobras moralmente cuestionables y aunque no todo ese dinero es sucio, la mayoría provendrá de evasiones impositivas, e incluso de guerrillas y mafias.

La película da inicio con una voz en off del protagonista, como narrador de su propia historia, que reza «los cambistas somos el origen de todos los males, culpables de lo que se malogra y se pudre en este mundo», mientras que en imagen el director nos ofrece a una Jerusalén en la que vemos a Jesús expulsar a los mercaderes. Y por si aún no se comprendió la analogía, la secuencia culmina con “Jesús lo había entendido todo”. Tan solo esas pequeñas frases de apertura logran pintar en retrospectiva lo que en definitiva transcurrirá durante el film con la vida de este hombre que se reconoce un antihéroe.

Desconozco si Federico Veiroj estará parafraseando la obra de Niestzsche Así habló Zaratustra, pero en esta narración Humberto Brause irá desmenuzando en primera persona toda su filosofía en relación a su profesión, negocio y vida personal, explicando cómo se fue convirtiendo en el cambista más demandado de Montevideo del 75.

Esta historia se verá atravesada por flashbacks que nos transportarán a 1956, 1962 y 1966 en pro de la reconstrucción del personaje como justificación de su accionar en tiempos liderados por dictaduras militares que dominaban o asomaban en Uruguay, Argentina, Chile y Brasil.

El uso de la música clásica en la película evidencia a un Brause gris y deshumanizado, connotando que su ambición aspira a una grandilocuencia de hombre que le queda holgada. Sin embargo, Daniel Hendler se supera a sí mismo en su interpretación; y si bien la decisión del director de ponerle dientes postizos a un actor tan incrustado en la retina cinematográfica haya sido sólo para cambiar quizás su fisonomía, es mérito de Hendler hacer un uso correcto de esa herramienta y no caer en la ridiculización, logrando que su actuación revele un compromiso honesto con el personaje que encarna dado que atraviesa la pantalla y consigue que el público se olvide del actor y sus dientes, empatizando con su mejor papel hasta el momento.

Lo mismo ocurre con las actuaciones de Dolores Fonzi, Luis Machín, Benjamín Vicuña y German De Silva, donde claramente prueban, junto a Hendler, que la dirección de actores de Veiroj es indiscutible como lo es su mirada en la puesta en escena. Extrañada, obturada, ahogando sutilmente la elegancia de sus encuadres, haciendo uso de ritmos y paletas que acompañan el vacío de un ser que se conforta en la monotonía de una nada que se repite hasta el final, en donde les espectadores, sentados en nuestras butacas, viviremos ese mismo hastío redundante.

Así hablo el cambista, quinto film de Federico Veiroj, retrata la vida ambiciosa de Humberto Brause (Daniel Hendler), cambista de profesión, quien acusa que “todo lo bueno huele a podrido”.