Asesinos con estilo

Crítica de Hugo Fernando Sánchez - Tiempo Argentino

Y cuánto valen dos lindos cuerpitos

Hoy se estrena la comedia de acción protagonizada por Katherine Heigl y Ashton Kutcher. En unas vacaciones, la parejita se enamora pero, de regreso al hogar,todo se complica cuando ella descubre que él es un asesino a sueldo.

Quienes recuerden Mentiras verdaderas (True Lies, 1994), la comedia de aventuras de James Cameron protagonizada por Arnold Schwarzenegger –donde el ahora gobernador de California era un agente que ocultaba su verdadera ocupación al mundo y a su propia esposa–, encontrará más de un punto en común con Asesinos con estilo.
El film de Robert Luketic (La cruda verdad, Una suegra de cuidado, Legalmente rubia) es una comedia de enredos impulsada por las mentiras, que se asienta en el cine de acción. En ella, el letal y sofisticado agente Spencer Aimes (Ashton Kutcher) es un asesino que viaja por distintas partes del mundo, como la encantadora ciudad francesa de Niza, donde conoce a Jen Kornfeldt (Katherine Heigl). La chica viene de un desengaño amoroso (su prometido se fue con otro) y trata de reponerse del despecho con unas vacaciones en Europa acompañada por su controlador papá (Tom Selleck) y su alcohólica mamá (Catherine O’Hara).
Spencer cae rendido ante la rubia, decide abandonar el adrenalínico oficio de matar gente y asentarse con un empleo más convencional. Por supuesto, sin contarle a su futura esposa casi nada de su vida anterior. Tres años después, el pasado vuelve en forma de contrato por la cabeza de Spencer a cargo de sus antiguos patrones, que no se resignan a perder a su elemento más valioso.
Si al potencial espectador todo esto le suena conocido, hay que decir que además de Mentiras verdaderas, el film de Luketic también está inspirado en otros títulos, como Encuentro explosivo (Knight and Day, 2010), Sr. y Sra. Smith (Mr. & Mrs. Smith, 2005), y hasta El padre de la novia (Father of the Bride, 1991), sólo para citar los más recientes.
La única eficaz novedad de Asesinos… es cómo la bucólica vida de los suburbios se convierte en una divertida especie de tierra de asesinos, donde vecinos, amigos y compañeros de trabajo bien pueden ser los verdugos que esperan el momento correcto.
Sin embargo, el disparate transcurre sin sorpresas, en la rutina burocrática del género y, aunque la química entre la bella pareja protagónica funciona –primero por la muy buena comediante que es Heigl y, luego, por Kutcher, que es la primera vez que está bien en el cine–, la película no deja de ser un relato livianísimo, que en el mejor de los casos enhebra con oficio restos, “homenajes” y situaciones ya vistas.