Asesino: misión venganza

Crítica de Jessica Blady - Malditos Nerds - Vorterix

TE ESTÁN BUSCANDO, MATADOR

Terroristas, héroes norteamericanos y violencia desmedida, todo lo malo en una sóla película.
La violencia cinematográfica no debería ser gratuita, sobre todo en estas épocas donde la realidad supera ampliamente la ficción. Al menos, los responsables deberían ser más cautelosos y entender cada uno de los mensajes que nos envían desde la pantalla. ¿O es que sí los entienden?

Es fácil comprender la postura de Quentin Tarantino, de Matthew Vaughn o de películas como “John Wick” y “Atómica” donde la violencia es un personaje más, algo casi inocuo y entretenido que complementa la súper acción y los géneros. Podemos separar esta “estilización” de la realidad porque los realizadores saben como manejarla, y al mismo tiempo que inundan sus escenas de hemoglobina, suman las herramientas necesarias para diferenciarla.

Por el contrario, también hay un uso indebido, una “politización” que, entre explosiones y tiros, deja entrever una ideología incómoda y macabra. Estos rasgos no siempre son perceptibles, y la violencia se convierte en algo celebrable y “glorificado”.

Por ahí pasa “Asesino: Misión Venganza” (American Assassin, 2017), un thriller de acción basado en la novela homónima de Vince Flynn, un claro ejemplo del “America fuck yeah” que entrecruza sus mensajes peligrosamente.

Mitch Rapp (Dylan O'Brien) es el pibe más feliz del mundo. Su novia acaba de aceptar su propuesta de matrimonio en medio de una playita de Ibiza, pero la alegría dura poco, ya que un grupo terrorista invade el lugar y masacra a todos los que se cruzan por el camino. Herido de gravedad, Mitch ve morir a la chica, un hecho que lo va a marcar para el resto de su vida.

Dieciocho meses después, Rapp se entrena como loco, y logra infiltrase en una red de Medio Oriente, tratando de localizar a los responsables de aquella masacre para cobrar su justa venganza. Sin saberlo, está siendo vigilado por la CIA que, finalmente, prefiere enlistarlo en sus filas, antes de que cometa una locura.

Mientras tanto, en alguna parte del mundo, un “mercenario” conocido como Ghost (Taylor Kitsch) logró robar una generosa cantidad de material radioactivo que piensa vender al mejor postor entre los enemigos de América. Con esta amenaza nuclear en puerta, Mitch tiene la oportunidad de ayudar y, de paso, descargar su furia uniéndose a un grupo de elite comandado por el inescrupuloso Stan Hurley (Michael Keaton), que no sólo tiene la tarea de entrenar al muchachito, sino de medir su estabilidad emocional a la hora de ejecutar una misión tan peligrosa.

Todos son lugares comunes, estereotipos culturales y un racismo a flor de piel que incomoda desde el primer minuto. El director Michael Cuesta (“Dexter”, “Homeland”), un realizador más acostumbrado a la TV, sabe como llevar adelante la acción, pero su manejo de la violencia es casi impúdico, con torturas explícitas incluidas. ¿Cuál es la necesidad, si el medio audiovisual tiene un montón de herramientas para contar lo mismo de formas menos perversas? Se puede ser igualmente “oscuro” insinuando muchas de esas cosas que acá se nos lanzan a la cara sin responsabilidad alguna.

“Asesino: Misión Venganza” es Rambo versión siglo XXI, una herencia de todos esos clichés del peor cine de súper acción de la década del ochenta, donde los villanos comunistas fueron reemplazados por los árabes, como si todos los conflictos fueran la misma cosa. Al final, trata de enderezar su mensaje, pero ahí es donde la película más se contradice, ya que se nos hace imposible borrar de nuestras cabezas una hora y media de desmembramientos y prejuicios.

Si dejamos de lado la ideología, “Asesino: Misión Venganza” es una película más del montón con la típica trama de buenos y malos, funcionarios inoperantes, y una bomba que hay que desactivar a tiempo (algo que a Jack Bauer le salía de taquito). A O'Brien no le da el cuerpo para hacerla de héroe aguerrido, y nos cuesta entender que Keaton se preste para estas cosas. En definitiva, una película que no es disfrutable, al menos que les guste el morbo.