Arrieros

Crítica de Adolfo C. Martinez - La Nación

La vida en una comunidad tradicional en Chile

Tan sólo a dos horas de Santiago de Chile se levanta un campamento en el que los arrieros realizan sus tareas cotidianas. Aquí las viviendas son precarias, el clima es hostil y hombres, mujeres y niños se empeñan en ayudarse. Su mundo es extremadamente simple para la vertiginosa mirada de la ciudad y sus tareas les sirven apenas para generar un plato de comida y para brindarse entre sí esa cordialidad que es, en definitiva, uno de sus mayores placeres. El director Juan Baldana radiografió en este documental con indudable ternura a esos seres que, casi sin palabras (o con palabras apenas audibles) se esmeran en enfrentarse con las diarias contrariedades que les ofrece la naturaleza.

Con una cámara atenta a gestos y sonrisas, el realizador sigue paso a paso el derrotero de esas familias que, a caballo o en esforzada marcha a pie, hacen de los arreos sus cotidianas costumbres. El marco de este duro trabajo son las escarpadas montañas, un cielo casi siempre azul y la calidez en su trato mutuo. La música, casi como un reemplazo a las palabras, va puntuando en el film las diarias tareas de los hombres, en su esfuerzo por conducir a sus animales por dificultosos caminos. Todo en el film es lento, tan lento como la existencia de esos pobladores siempre dispuestos a hacer frente a las adversidades, mientras sus hijos se entretienen con alguna revista o jugando un partido de fútbol. Así, con elementos técnicos sin ninguna grandilocuencia, Arrieros se encarga de mostrar con sencillez un episodio casi desconocido, teñido de sacrificios, alegrías y esperanzas.