Arribeños

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Made in Taiwan

Es un acercamiento a esa incógnita que es, para la mayoría de los porteños, la comunidad taiwanesa.

Casi todos caminamos alguna vez por esas cuadras del Bajo Belgrano conocidas como Barrio Chino, pero pocos conocemos las historias de los inmigrantes que les dieron su identidad. Arribeños es un acercamiento a la comunidad taiwanesa de Buenos Aires, un intento de contar las vivencias de gente que abandonó su país para ir a buscar suerte en las antípodas.

Para subrayar el carácter colectivo de lo que está narrando, Marcos Rodríguez tomó dos fuertes decisiones formales. Por un lado, filmar en planos generales, con cámara fija, largas tomas de situaciones cotidianas del barrio. Así, aparece la esquina de Arribeños y Juramento, con su característico arco de entrada, en una mañana cualquiera, o un comerciante subiendo la persiana de su negocio. Sobre estas imágenes, se escuchan los testimonios de taiwaneses o hijos de taiwaneses: no vemos sus rostros ni sabemos sus nombres, sólo escuchamos sus voces, cada una como una parte más de la expresión oral de una comunidad.

Este modo de narrar le quita cierto atractivo a la película, porque, después de todo, el corazón del Barrio Chino consta de sólo dos cuadras: inevitablemente, los planos estáticos terminan repitiéndose. Y sólo algunos de ellos muestran más que lo evidente y conocido: una calle más de Buenos Aires. La cuestión cambia cuando la cámara se adentra en la clase de un colegio, o en un templo mientras se desarrolla una ceremonia budista.

Con los testimonios pasa algo parecido: no todos revisten el interés suficiente como para formar parte de un documental de este tipo. Pero hay algunos conmovedores, como el de la mujer que admite que trabaja todo el día e ignora hasta el nombre del colegio de sus hijos; y otros graciosos, como el del hombre que cuenta que su nombre en castellano es Carlos porque así lo bautizó un mozo que no podía recordar su nombre en chino.
Este tipo de anécdotas logra compensar la frialdad de la forma y son el alma de una película que no tiene pretensiones de ser un informe periodístico lleno de datos duros, sino una respestuosa semblanza de la colectividad taiwanesa.