Arribeños

Crítica de Alejandro Lingenti - La Nación

De paseo por el Barrio Chino

En apenas dos cuadras del barrio porteño de Belgrano se concentra una enorme variedad de historias de vida. Son dos cuadras de la calle Arribeños (entre Juramento y Olazábal) en las que funcionan decenas de comercios en lo que se conoce como Barrio Chino. Marcos Rodríguez, director que había debutado en 2012 con La educación gastronómica, estrenada en la Competencia Argentina del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, agrupa varias de esas historias narradas por sus propios protagonistas, inmigrantes e hijos de inmigrantes que revelan en un trabajoso y simpático cocoliche detalles de su llegada al país, experiencias y anhelos.

Rodríguez eligió no mostrar a esas personas que brindan sus testimonios, cuyo audio funciona como contrapunto de diferentes imágenes del barrio usadas para sintetizar su dinámica y su espíritu. Con esa decisión, el director naturalmente resignó algo (el lenguaje gestual y corporal de una persona también comunica), pero también ganó espacio para develar con más claridad, con una serie de planos generales fijos, la identidad del lugar que eligió describir.

El Barrio Chino se fue armando en torno a la comunidad taiwanesa llegada a la Argentina en los años 70 y 80. Una comunidad relativamente cerrada que, de a poco, se ha ido integrando a través de su celebrada gastronomía y sus festividades (hoy, los festejos callejeros del Año Nuevo Chino son un clásico para los porteños).

A pesar de la presencia notoria y constante de los taiwaneses en el país en los últimos 40 años, no hay demasiada producción audiovisual sobre ellos. Arribeños es un buen aporte para paliar ese curioso silencio. Aporta información interesante sobre esa porción de la sociedad porteña que enriquece a todos culturalmente. Y se estrena en el marco de un ciclo programado por el Malba (Taiwán y su nueva ola), que incluye largometrajes de grandes realizadores, como Ang Lee, Edwad Yang y Hou Hsiao-hsien.