Arreo

Crítica de Patricia Slukich - Los Andes

El nuevo western cuyano

No hay historias buenas o malas. Las hay bien contadas o no. Y "Arreo", el documental dirigido por Néstor 'Tato' Moreno, es de aquellas historias que no se olvidan.

La película se centra en la vida cotidiana de un puestero de Malargüe -al sur de Mendoza- y su familia: Eliseo Parada, su esposa Juana y sus dos hijos (uno de ellos ya instalado en la rutina de la ciudad).

Y lo extraordinario, el gran hallazgo de lenguaje que hace de Arreo un filme sólido y complejo es la elección narrativa de Moreno: el espectador acompaña la travesía de estos montañeses a través de un calendario que arranca en octubre, cuando tienen que llevar a sus más de cuatrocientos chivos rumbo a mejores pasturas en lo alto de la montaña.

Allí se instalan a pasar el verano y retornan al rancho con los anuncios de los primeros fríos del otoño.

El argumento es simplísimo, la elección narrativa también. Pero la espesura, complejidad e imponencia del filme se apoyan en los nutrientes de la estructura: más sabias decisiones.

La estupenda banda sonora, craneada al modo de un western; el montaje y la fotografía, que no sólo electrizan por la belleza formidable del paisaje sino también por la elección de planos, ángulos y panorámicas; el texto de diálogos entre los personajes y la decisión consciente del director de apartarse del relato para que sean los protagonistas y el entorno los que "cuenten".

Así es como se narra en paralelo sobre la ausencia del Estado frente a la situación de estos campesinos; el impacto que la ciudad y los avances civilizatorios tienen sobre una actividad heredada por generaciones; la dureza implacable de una vida que transita ligada a la naturaleza más salvaje; los anhelos y las emociones de estos hombres y mujeres habituados a la montaña silenciosa.

En estos asuntos es que gana Arreo y se convierte en un verdadero western cuyano contemporáneo, de belleza imponente y emotividad palpable, con su lenguaje fílmico ajustadísimo y claros signos de cine altamente político pero jamás panfletario o evidente.

La película -de factura totalmente independiente- viene de un derrotero de distribución que han tomado como propio sus creadores, en el que Claudia Gaynor ha sido pieza esencial, y que le ha permitido circular con altísimo éxito de crítica y comentarios en festivales internacionales de Europa, Latinoamérica y por todo el país.

De hecho, acaba de ganar a Mejor Fotografía en el FAB 2016 de Bariloche y viajará este mes al Chesapeake Film Festival, en Maryland (Estados Unidos).