Arreo

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Tarea en extinción

Tiene sensibilidad para retratar el devenir humano, y una fotografía excepcional de los paisajes.

La familia Parada se dedica a la crianza de cabras y ovejas en la zona de Malargüe, en el sur de Mendoza: Eliseo, su mujer Juana y su hijo Facundo son puesteros trashumantes que, de acuerdo a las estaciones, van llevando al ganado a través de cerros y montañas en busca de lugares de pastoreo. La cámara de Néstor ‘Tato’ Moreno los siguió durante un año: el resultado es este bellísimo documental que registra lo que quizá sea un oficio en vías de extinción.

Arreo muestra las dos caras de la vida rural: tanto el contacto pleno y gratificante con la Naturaleza como la dureza de las esforzadas tareas cotidianas que el campesino debe enfrentar para salir adelante. “En el campo siempre hay trabajo para hacer”, comenta Eliseo sin quejarse, sólo describiendo su realidad. Porque él ama ser puestero, y vuelca ese amor en las tonadas y décimas que compone sobre su tarea, y que son, a la vez que banda de sonido, un elemento clave de la narración del documental.

Increíbles cielos, cerros, ríos y valles, son el magnífico escenario donde transcurre todo, con una belleza captada magistralmente por Moreno. Y los animales -los perros, los caballos, las mulas, además del ganado- son tan protagonistas de la película como los Parada. La tentación de caer en una mirada citadina de idealización de esa vida es grande, pero Arreo no incurre en ese error. Porque debajo del entorno bucólico subyacen conflictos.

En los ranchos no hay agua corriente, luz eléctrica, gas ni cloacas, pero nadie menciona esas carencias. En cambio, la tensión entre el campo y la ciudad es palpable. José Abel, uno de los dos hijos de los Parada, se fue a estudiar a Mendoza y es improbable que vuelva más que de visita; en él se resume la actitud de muchos jóvenes que buscan un mejor porvenir. Además, la mayoría de los puesteros no son dueños de las tierras en las que trabajan, y conviven con el fantasma del desalojo. Y el progreso acecha: muchos caminos abiertos por los ganaderos fueron asfaltados y convertidos en rutas. Eliseo resume: “Nos tenemos que hacer a un lado para que pase la ciencia”.