Armonías del Caos

Crítica de Ezequiel Obregon - EscribiendoCine

Un intruso en casa

La película de Mauro Nahuel Lópezgrafica la amarga vida de un hombre mayor que vive con su hijo y su nuera, complicada cuando un intruso irrumpe en su casa.

El blanco y negro de Armonías del caos (2016) parece ser la consecuencia directa del modo de vida de sus personajes. Sobre todo de Alberto (Lorenzo Quinteros), un hombre gruñón que pasa su día sin demasiados sobresaltos. Apenas un momento para “rezongar” frente a su hijo Fernando (Carlos Echevarría) y su esposa, las clases de guitarra que le da a una niña, y un tiempo dedicado a la bebida y al fetichismo sexual marcan espacios disruptivos, que culminan –adivinamos- con un nuevo día más. Réplica del anterior.

En medio de esa amarga cotidianeidad (con un tono negro, equiparable a la de los films del mexicano Amat Escalante), un día llega un ladrón que –pelea mediante- termina encerrado en una habitación. Desde allí se suceden los pedidos de liberación e insultos, con los que Alberto no sabe cómo lidiar. De eso se encargará un personaje igualmente revulsivo pero con una curiosa facilidad por la reflexión moralizante (que incluye la comparación entre una cebra, un león y una hiena…), muy bien interpretado por el músico Sergio Pángaro (Visto en El Artista, de Mariano Cohn y Gastón Duprat).

Además del blanco y negro como mérito formal, la decisión de no apartarse de la casa es otra elección correcta, pues ubica a la mirada del espectador dentro de ese círculo endogámico del que parece no haber salida. Al menos para el dueño de casa, quien no sale durante todo el metraje.

La película puede parecer demasiado encerrada en su trama y en el dilema que genera la llegada del ladrón y la amarga resolución, como si parte de ese ambiente adquiriera sentido en el contenido y en la ideología del relato y, por ese motivo, lo redujera al cuento, a la moraleja, sin demasiada apertura hacia otros niveles de sentido. Desde ese punto de vista, Armonías del caos se posiciona como una fábula moderna, sólo que sin final positivo. Queda una interesante mirada generacional sobre la violencia y la inseguridad (tema con actualidad apabullante), que se consolida en la escena final; funciona como una coda, la pregunta por cómo mirar a quien se revela como víctima y al mismo tiempo victimario.