Argo

Crítica de Rodolfo Weisskirch - A Sala Llena

Hollywood al Rescate

No éramos pocos los que dudábamos hace varios atrás si la alicaída carrera de Ben Affleck como intérprete podría reestablecerse o si se convertiría en esos actores que tuvieron sus 15 minutos de fama, pero terminaría en la televisión protagonizando sit coms mediocres de una o dos temporadas, o lo que es peor, films clase B que terminan yendo directamente al DVD.

Irónicamente, a partir de que interpretara con bastante profundidad dramática al depresivo George Reeves en el olvidable film Hollywoodland, Affleck empezó a recobrar renombre, y si bien este policial centrado en los años ’50 pasó inadvertido, fue su sorpresivo giro como sólido narrador y director cinematográfico lo que lo pondría nuevamente en el mapa de las estrellas.

Un mapa al que le decide devolver la pelota sin ninguna gentileza. Después que Atracción Peligrosa, su segunda obra, se convirtiera en otro sorpresivo éxito de crítica y público, Affleck encara esta historia real, que si bien es la menos personal, reflexiva y filosófica de las obras de su filmografía, también lo confirma como un sólido narrador, cuya versatilidad y prudencia, lo convierten en la persona indicada para encarar este proyecto.

Basada en un historia real bastante insólita, Argo es un film que critica la política, el accionar y la hipocresía de los Estados Unidos en dos frentes de batalla: Irán y Hollywood. Si bien la primera es la verdadera protagonista, la segunda también recibe merecidas críticas.

Los primeros minutos del film son realmente vibrantes. Un retrato seudo documental con escenas ficcionalizadas acerca de la toma a la Embajada de Estados Unidos en Irán en 1979 y la fuga de seis trabajadores diplomáticos a la mansión del Embajador de Canadá. No solamente toda esta secuencia introductoria supone tener gran adrenalina, sino que además lo separa a Affleck de tener una típica mirada estadounidense. El director dispara contra los políticos estadounidenses que le dieron asilo al Ayatolah después de ponerlo en el gobierno iraní, y que este torturada y asesinara a gran parte de la población. En el medio, la toma de la Embajada es captada en cámara en mano en pleno movimiento, cortes abruptos y una narración más parecida a la de un noticieron. Urgente. Similar a la estética de Costa-Gavras en Estado de Sitio o Z.

A partir de que comienza el plan de rescate el film irá cayendo en ritmo, pero apuesta por la ironía y, a una cínica mirada del mundo de la fama y la realización industrial a través de un especialista en maquillaje y un director multipremiado, que ayudarán a Tony, el protagonista a rescatar a los seis rehenes de la Embajada Canadiense. Toda esta secuencia cobra gracia y vitalidad, debido a las soberbias y divertidísimas interpretaciones de John Goodman y Alan Arkin.

La última hora, en la que se realiza el “gran escape” remite a un cine inteligete y netamente setentoso con referencias a los mejor de Sidney Lumet, Alan Pakula o Sidney Pollack. Ya de por sí, un personaje nombra a Network como ejemplo a seguir, lo que confirma la autoconciencia cinematográfica de Affleck. Sin embargo, para la persecución final usa todo tipo de herramientas para retrasar, interrumpir y mantener en vilo al espectador a pura tensión y suspenso con una fuerte inspiración hitchcoiana. De hecho, todo el viaje hacia el aeropuerto, remite invariablemente a La Cortina Rasgada.

En este retrato de la Estados Unidos de Jim Carter no se salva nadie, y se demuestra como la violencia y xenofobia en un país lleva a que se genere la misma violencia y xenofobia en otro país. Odio contra odio. Affleck muestra a Estados Unidos como reflejo de Irán y viceversa. En estos tiempos convulsionados, en que la historia parecería que se vuelve a repetir, Argo es un film vital, crítico y satírico pero que no baja bandera. Un film dramático, uno sutilmente político, pero en primer lugar es un thriller clásico bien narrado, que no necesita de explosiones, grandes persecuciones o disparos, o bajar bandera para mantener al espectador enganchado a la butaca.

La fotografía de Rodrigo Prieto, la música de Alexander Desplat, sumado a un excelente elenco, liderado por un Ben Affleck sobrio, maduro, sutil, profundo, convierten a Argo en una propuesta interesante, efectiva. Se puede criticar que sus últimos minutos centrados, únicamente en la misión de rescate, el film empieza a decaer y no sigue escarbando la basura de la Casa Blanca generando un sátira mucho más efectiva que ingeniosa en la narración. Affleck se limita a terminar de contar la historia y crear un epílogo simpático (justiicado) y convincente. Igualmente, pienso que se trata de un film que supera la anécdota para convertirse en una obra de género, entretenida y tensionante. Mucho más no importa.

Affleck logra generar una obra que equilibra una visión cínica y contradictora del imperialimo representado por el gobierno de Carter y el poder de Hollywood como propaganda demagógica, sin dejar afuera el drama interno de personajes reales, que sufren y tienen miedo (el punto más debil), con buenas dosis de suspenso. Si bien, el tono no es tan oscuro o ambiguo (más bien esperanzador) como en Desapareció una Noche o Atracción Peligrosa, lo que no queda en duda es que el género que mejor sale parado de la visión irónica del director, es la ciencia ficción. A fin de cuentas, nada resulta tan aterrador que ver a simios dominando la Tierra.