Argo

Crítica de Juan Carlos Di Lullo - La Gaceta

Escape al estilo Hollywood

Seis diplomáticos norteamericanos se refugian en la casa del embajador canadiense en Teherán durante la crisis de los rehenes en Irán a fines de 1979. Un agente de la CIA inventa la producción de una película falsa para entrar al país y rescatar a los diplomáticos escondidos.

Esta es una de esas películas en las que el espectador debe recordar a menudo que los hechos que está viendo en pantalla están basados en sucesos reales; porque aunque se sabe que los acontecimientos están debidamente sazonados por el guión, de a ratos cuesta creer que algo así haya ocurrido realmente. Quienes recuerden (o se hayan informado de lo que ya es historia) la crisis de los rehenes en la embajada norteamericana en Irán a fines de los años 70 encontrarán sumamente atractiva esta recreación realizada con grandes aciertos por Ben Affleck, quien ha encontrado como director logros que parecen ausentes en su carrera como actor. Aquí cumple el doble rol, porque además de sentarse detrás de las cámaras, encarna con sobriedad al protagonista de la historia, el agente de la CIA Tony Martínez.

La historia resulta muy atractiva, porque la idea de inventar una película falsa para simular que los seis diplomáticos escondidos en la casa del embajador canadiense en Teherán son miembros del equipo de producción del filme sonaría delirante si no hubiera ocurrido en la realidad. Affleck, sin embargo, pone el acento en los dramas personales de los seis diplomáticos que deben fugarse de Irán y en los del agente de la CIA, que inesperadamente pierde el apoyo de su gobierno cuando ya la misión está lanzada.

Los dos personajes "hollywoodenses" (a cargo de los simpatiquísimos John Goodman y Alan Arkin) le ponen color y humor a la historia, que si bien transcurre por andariveles ya transitados en el cine de suspenso, lo hace con gran fluidez y atrapando la atención de los espectadores a lo largo de las casi dos horas de proyección.

Affleck se muestra seguro al marcar el ritmo de la narración, y apela con buen criterio al desarrollo de escenas paralelas, que tan buenos resultados rinde en este tipo de filmes. Y logra que, a pesar de que se sepa de antemano el resultado de la misión, los espectadores se muerdan las uñas hasta el mismo desenlace del filme. De tanto en tanto, resulta reconfortante disfrutar de la posibilidad de dejarse llevar por un relato clásico, dosificado a la perfección sin necesidad de apelar a los efectos especiales espectaculares o a frenéticas persecuciones o escenas de acción para asegurarse la atención de la platea. Affleck, en su tercer largometraje, confirma que su carrera como director sigue en ascenso.