Argentina, 1985

Crítica de Gastón Dufour - Cinergia

Un drama judicial de la vida real

Sobre Argentina, 1985, la película de Santiago Mitre protagonizada por Ricardo Darín, Alejandra Flechner y Juan Pedro Lanzani que se estrena este jueves en los cines (luego de una leve polémica respecto de la presencia en las grandes cadenas) y que estará disponible a partir de octubre en Amazon Prime, trata esta nueva reseña. En relación a este punto uno de sus productores, Axel Kuschevatzky, expresó “No va a estar tres semanas en cartel sino todo el tiempo que esté en cartel. Luego la van a poder ver en la plataforma, pero no deja de estar en los cines luego de las tres semanas”.

De alguna manera es una especie de clase de historia para los jóvenes que pueden no tener tan claros los crudos sucesos ocurridos en los años previos a la asunción del gobierno constitucional post dictadura, en 1983, y los momentos históricos que se relatan en Argentina, 1985. Es comprensible lo que expreso porque (sobre todo para los que, como yo, teníamos por entonces ya 8/10 años, y oíamos sobre las cuestiones políticas del momento), solemos pensar que todos están al tanto de los hechos de esa época, y en muchos casos esta creencia dista mucho de la realidad.

El juicio a las juntas militares pudo llevarse a cabo, además de gracias a la voluntad del nuevo gobierno, por la información recabada por la CONADEP, creada por Alfonsín a días de iniciado su mandato. La comisión comenzó a funcionar el 15 de diciembre de 1983, y fue conformada por varias figuras políticas, religiosas, culturales y sociales relevantes de la época.

Me atrevo a establecer algo de contexto: a partir de los hechos previos, los que incluyeron los primeros actos de persecución y desapariciones habilitados por los decretos firmados por Isabel Martínez en 1975 (por la “asistencia” solicitada por la entonces titular del poder ejecutivo al ejército), y la aparición posterior de la AAA, el accionar de las fuerzas que comandaron el gobierno de facto luego del golpe de 1976 aumentaron aún más cruelmente su despliegue. Despliegue para el que el gobierno legítimo les había otorgado luz verde, además de, claro, cobertura “legal”, responsabilidad sobre la que la cabeza del gobierno prácticamente nunca debió responder a la altura, a excepción de Ítalo Lúder, quien solamente fue llamado a declarar en el juicio del que habla el film. Todo ello teniendo en cuenta el breve lapso (algunas horas) en que la ex presidenta fue detenida muchos años después, en España, en el año 2007, acción judicial tras la que los cargos fueron desechados.

De los datos recabados de la investigación sobre las víctimas, plasmados en el Nunca más, se valió el fiscal Julio César Strassera y el grupo de jóvenes que trabajaron al mando del fiscal adjunto Luis Moreno Ocampo, con el objeto de establecer la prueba respecto de la coordinación de las fuerzas en la represión ilegal que tuvo lugar durante el gobierno ilegal. Y eso es lo que se narra en Argentina, 1985.

Ahora, luego de la introducción que creí más que necesaria, al grano, o a la película. Las dos o tres cuestiones que me parecen en general más relevantes, en casos de biopics o de retratos cercanos de hechos históricos como es el caso de esta película, son la aproximación estética y la recreación temporal, sobre las que el propio director Santiago Mitre expresó que no deseaba entregar mayores detalles para no revelar lo que llamó “los trucos del mago”. A todas luces el trabajo fue arduo y el resultado completo en lo relacionado a la reconstrucción de época.

Planteado como un thriller político, el ritmo del film es sostenido aunque tiene momentos algo más sutiles en el transcurrir de las situaciones. Es comprensible este punto, entiendo, por la difícil tarea de abordaje de un guion en que se toca un tema aún tan fresco en la mirada social, pese a la vasta experiencia de la dupla Mitre-Llinás en el área, y al que entiendo, procuraron entregarle un balance en el que el drama fuera la columna del relato pero no impidiera desarrollar, con el objetivo de entregarle cierta agilidad, otras formas de acción emocional para los personajes.

Y así ese punto lleva al tema del sostenimiento del interés del espectador, lo que a todas luces se logra, y las formas de acercamiento a las apariciones de figuras de la política más que probablemente desconocidas para los sub 30. Invitación entonces a revisar el material disponible al respecto.

En lo referente al elenco de personajes principales (entre los que se encuentran, como ya sabemos, Darín, Flechner, Lanzani, sumados a Carlos Portaluppi, Claudio Da Passano, Alejo García Pintos, entre otros), nada hay que objetar; Darín muestra que avanza en la solidez que prueba ya hace tiempo en los diferentes papeles protagónicos que le toca interpretar; la excelente Alejandra Flechner muestra su calidad, calidez y profundidad; y Peter Lanzani continúa construyendo con firmeza su carrera en el cine nacional, y el resto de los mencionados trabajan con soltura acompañando elocuentemente con su generosa capacidad.

En cuanto a los secundarios o de relevancia menor, es ese otro de los puntos bien logrados, teniendo en cuenta lo complejo que resulta dar con las personas adecuadas para cada rol, y en conocimiento de que un parecido completo es tarea titánica, por no decir imposible.
Mención aparte para uno más de los muy buenos papeles en cine argentino de Norman Briski, con un personaje conmovedor que merece, tanto como el resto de los protagonistas, pero un poquito más, el reconocimiento que el film va obteniendo en el camino. Como dato de color, mientras escribo estas líneas, Argentina, 1985 ya se hizo acreedora al premio del público en el Festival de San Sebastián.

Otro punto destacable es la elección de las canciones que componen lo que hoy llamamos soundtrack, y las maravillosas canciones de Los abuelos de la nada que surcan los pasajes de la película de manera precisa y casi poética. Charly García no podía faltar, y es el broche de oro. Ajustado a estos puntos, las composiciones que acompañan el resto de la acción, a cargo de Pedro Osuna, reflejan con vigor lo que Mitre cuenta a cada paso.

A modo de cierre, y quizá en esta ocasión con más preponderancia en mi reseña de cuestiones que no son simplemente cine y estética (porque la película no es, justamente, nada más que una película) es de esperar que el público acompañe Argentina, 1985 y que todos los que decidan verla puedan pensar las cuestiones de la vida social y política, las circunstancias de la democracia como elementos de los que todos somos responsables, cada uno desde nuestro propio lugar. Porque la democracia, aún con sus notables falencias, no es un juguete que se define a gusto y piacere del dueño de la pelota ocasional; es una responsabilidad de todos, y para todos.