Aquellos que desean mi muerte

Crítica de Jesús Rubio - La Voz del Interior

Varios nombres importantes se reúnen en Aquellos que desean mi muerte, la nueva película protagonizada por Angelina Jolie. El primero es el del director y coguionista Taylor Sheridan, responsable de los guiones de las elogiadas Sin nada que perder, Sicario (1 y 2) y la reciente Sin remordimientos, y de haber escrito y dirigido Viento salvaje, un thriller nevado de alta tensión que se estrenó en 2017.

Sheridan tiene una gran predilección por los thrillers contundentes, directos, en los que la efectividad se imponga sobre cualquier elemento que entorpezca el ritmo narrativo. Al igual que los grandes maestros del cine norteamericano, Sheridan cree que una película debe narrar un argumento capaz de mantener hechizado al espectador, y que ese argumento debe estar enmarcado en un género reconocible, llámese western, thriller, acción o drama.

En cuanto a Angelina Jolie, el otro nombre importante, hay que decir que su papel la devuelve a las correrías desesperadas (y desesperantes) de las películas de acción que supo protagonizar alguna vez, con un resultado aceptable, aunque con momentos innecesariamente inverosímiles e involuntariamente cómicos. También están los nombres de Jon Bernthal, Nicholas Hoult y Aiden Gillen, cuyos personajes intentan llevar adelante dos subtramas que se unen al final.

Aquellos que desean mi muerte tiene como protagonista a Hannah Faber (Jolie), una mujer que trabaja en el departamento de bomberos de un pueblo de Montana y que vive con culpa por no haber podido salvar a tres niños en uno de los tantos incendios forestales que se producen en la zona. De hecho, una de las características del cuerpo de bomberos es que se lanzan en paracaídas desde aviones para poder llegar al centro de los incendios y apaciguar las furiosas llamaradas.

Por otro lado, hay dos asesinos a sueldo que matan a un hombre que tiene una información secreta. A su vez, aparece otro personaje, Owen (Jake Weber), una suerte de contador con acceso a esa misma información. Cuando Owen se entera del atentado al hombre poderoso, se da cuenta de que pronto lo buscarán a él también. Por lo tanto, decide huir en auto con su hijo de 12 años (Finn Little). Luego de que los asesinos acribillan al contador en una ruta, el pequeño logra escapar y se cruza con Hannah, quien se encuentra depresiva en el medio del bosque.

Los primeros 40 minutos son verdaderamente vibrantes porque logran sostener el suspenso y que la historia marche a paso firme, tomándose el tiempo justo para desarrollar a los personajes y algunas escenas extremas. Pero al desplegar dos o tres historias distintas, el director tiene que hacer malabares para llegar en forma hasta el final, donde empieza a dar manotazos a los lugares comunes del género y a recurrir a soluciones rápidas y un tanto traídas de los pelos.

La colaboración en el guion de Michael Koryta, autor de la novela en la que se basa el filme, nos deja la sensación de que Sheridan no puede tener el control total de la historia. A diferencia de Viento salvaje, en la que mantiene el tono y el pulso de manera pareja, acá se ven los esfuerzos que el director tiene que hacer para darle fin, como si se le quemaran los papeles a último momento. Sin embargo, Aquellos que desean mi muerte no deja de ser una película que se disfruta sin inconvenientes, sobre todo en una pantalla grande.