Aquarius

Crítica de Mariana Mactas - TN - Todo Noticias

En el centro de la elogiadísima película brasilera está doña Clara, una viuda refinada, crítica musical, libre y bella, con su larga e incongruente cabellera negra, en su madurez. Un personaje maravilloso, en buena medida gracias a la interpretación de Sonia Braga, en este, su festejado regreso con gloria. Aquarius es una película extraña, con un ritmo deliberadamente acompasado, que abre con una secuencia en el pasado, en los ochenta, cuando Clara se recuperaba, entre el cariño de su marido y su familia, de un cáncer de mama.

El salto al presente mantiene varias cosas, pero principalmente una: la casa en la que Clara sigue viviendo, ahora sola, rodeada de objetos lindos y música. Un departamento frente al mar, su lugar y el de sus recuerdos, amenazado de muerte: una empresa constructora -los malos, que son muy malos- quiere hacer ahí algo nuevo, quizá un resort o un condominio, e insiste en comprarle su departamento. Al principio con buenos modos, pero apelando cada vez a una mayor violencia para presionarla. Pronto, la suya es la única casa habitada del edificio.

Retrato profundo, y muy logrado, de su personaje, Aquarius gana con la tremenda presencia en cámara de su actriz, la que enamoró a medio mundo en Doña Flor y sus dos Maridos. Hay que verla bailar sola, cantar con Queen a todo volumen, tener sexo -pago o casual-, llamar idiota a su hija, en una de las mejores escenas de la película. Clara está decidida a no moverse de ahí. ¿Hay en su obstinación una lectura política), ¿es la metáfora de la guerra de una cultura frente a otra, el Brasil de ayer al de hoy? El uno con voces de Bethania y Roberto Carlos, el otro empresarial y corrupto, de inescrupulosos emprendedores formados en Estados Unidos. Hay un trazo algo grueso en la pintura de esos villanos, encarnación del cinismo capitalista sin valores, cara opuesta al culto joie de vive de la protagonista.

La anécdota de Aquarius es menos novedosa, menos interesante que su retrato puro y duro. Y su discurso político, a veces más sutil, luce otras veces demasiado obvio. El director y guionista hace que Clara discursee al constructor sobre los verdaderos maleducados de la sociedad: los ricos. Hace que se indigne cuando le señalan su piel oscura (ella tiene una empleada doméstica blanca: ¿incongruencia, ¿deliberado statement?). Hace que su cáncer aparezca no una, sino cuatro o cinco veces, con una crudeza que sólo se explica con cierto regodeo en lo cruel, lo feo y lo desagradable que cruza toda la película. Con una asociación bastante burda entre el cáncer y la sociedad moderna.

Vale aclarar: Aquarius no está nada mal. A pesar de lo poco que vemos, parece posible afirmar que es de lo mejor que ha dado el cine brasileño en los últimos tiempos. Su ritmo y puesta extravagantes, sus elecciones incómodas y ciertas obviedades y maniqueísmos le juegan en contra. Es el poderoso carisma de Braga el que mantiene el interés durante sus dos horas y media de duración. Un espectáculo sin dudas extraordinario.