Aquarius

Crítica de Kekena Corvalán - Leedor.com

Estamos en pleno Festival de Cine de Mar del Plata 2016. La película termina y la sala entera lagrimea. Afuera espera el director, en la conferencia de prensa improvisada en el café junto la sala Astor Piazzolla, más conocida como el Auditorio. Kleber Mendonça Filho ovacionado, y Aquarius se perfila como la favorita ganadora de la competencia internacional. Es un poco de aire fresco, un abrazo, la idea de que amar y cuidar nuestras micro historias siguen siendo los ejes de la vida, que sin duda, es lucha. Parece que acá, esperando la revolución amarilla yalegre que no llega, nos pasa algo con la intimidad colectiva, valga el oximoron.

Porque la película habla de eso. Kleber dice, presentando el filme, que es su película más personal, que habla de sus fotos familiares. Y por aquello del giro afectivo y político que pareciera permear toda la producción cultural en Latinoamérica, nada como las fotos familiares para hablar de nuestra Historia.

Con varios cortos y mediometrajes, este es su segundo largo, después de esa otra maravilla cinematográfica que es O som ao redor, que vimos en Mar del Plata en el 2012 y salimos fascinadas. Una vez más. como en esa obra, el sonido/ruido/paisaje sonoro es clave, y el tema de la vida urbana, los barrios, los condominios, vuelve a plantear toda una sociología de la vida occidental.

Pero Aquarius tiene algo más que sumarle al tratamiento del audio (que vuelve a ser envolvente, en tensión continua entre el primero y el segundo plano), y eso es su banda sonora. Es la mejor banda sonora escuchada en años, quizás porque implica lo más emotivo y contundente de la musica brasileña del siglo pasado, con ídolos populares absolutos como son Taiguara, Gilberto Gil, Reginaldo Rossi, Paulinho da Viola, Roberto Carlos y Elis Regina, claros referentes de la movida que renovó la cultura y resistió a la dictadura militar de Brasil que superó los veinte años en el poder, entre 1964 y 1985. Y también, otras músicas igualmente potentes, como Altemar Dutra, Vila-Lobos o Queen. Otro elemento en común, es volver a Recife protagonista y vital, cartografiando un pequeño mundo que incluye la vida frente al mar.

La protagonista humana, se llama Clara y es Sonia Braga, que logra quizás la interpretación más potente y política de su vida, a sus 66 años. Interpreta a Clara, una mujer que lucha por conservar su espacio frente al avance demoledor del urbanismo bussiness neoliberal. Las referencias a la historia política de Brasil, a su actualidad más siniestra, y las sombras que parecen ennegrecer el cielo regional, atraviesan toda la película.

La Clara joven es una mujer que lucha contra el cáncer y parece haberlo vencido, con alusiones a situaciones de presas políticas familiares. La Clara madura lucha por igual, en los 2000, y ahora el que la quiere vencer -desalojar de su hermoso mundo analógico de vinilos, libros y pinturas- es un joven pragmático, el neo-cáncer ligado a los sectores especulativos del poder, y a las todopoderosas iglesias evangélicas en Brasil, que controlan buena parte de la cultura mediática que nos descerebra con sus productos de escasa calidad y menor mérito, (cfr Moisés, por ejemplo, que arrasa el ranking y es fruto de ellas). Todo esto es de suma actualidad, porque es justamente esta alianza entre sectores reaccionarios que reclaman mano dura militar, sectores de la especulación inmobiliaria y financiera y miembros de esa Iglesia que ocupan los cargos legislativos en Brasil la que produjo el impeachment que destituyó a la Presidenta Dilma Roussef el pasado 31 de agosto, e instaló en el gobierno a Michel Temer.

Lo interesante de la película, sin dudas es, como decíamos al comienzo, cómo logra, desde una matriz conceptual y utilizando un significado como el cáncer y la casa, instalar el tema del cuerpo, que es el verdadero protagonista de la película. El cuerpo que busca morar, desear y devenir, que busca celebrar la libertad, el triunfo sobre la muerte, el triunfo sobre la represión, y la última frase de la película (que no cito para no contar el final), es en este sentido contundente. Luchar para no enfermarse, cuidarse en la intimidad como modo de construir la vida con los otros. O dicho en otras palabras: los enunciados son individuales, pero las enunciaciones son colectivas. Quizás sea esto lo que produjo que todos lagrimiemos al final del filme, porque si bien era el enunciado del cuerpo de Clara el que se expresó visual y verbalmente durante los 240 minutos que dura la película, éramos todxs lxs que polifónicamente estábamos ahí, como estamos acá, pensándonos desde la matriz afectiva, apabullados pero no entregadxs, intimos, regionales y globales, enojadxs y listos y vivos, y deseosos de poner el cuerpo, una y otra vez.

Ahora, luego de ganar el premio a la mejor actriz, y de ser aclamada como la mejor película del año por la revista francesa especializada Premier, se estrena en Buenos Aires este jueves 5 de enero de 2017, felizmente, para verla, reverla y compartirla.