Apuestas perversas

Crítica de Horacio Bilbao - Clarín

Las ironías de un juego

Encadena una sucesión de hechos fortuitos combinando humor negro, miserias humanas y metáforas sociales que todos entendemos.

Craig está de racha. Mala racha. Escritor frustrado, empleado en un taller, padre de familia en plena crisis económica tiene que juntar 4.800 dólares para salvar su casa y acaba de perder el trabajo. No parece un tipo con iniciativa y escasean las oportunidades. Pero el azar quiere que mientras bebe una cerveza en un bar la vida le ofrezca un giro. Un giro curioso por cierto. Un giro que el director, E. L. Katz, resuelve con humor oscuro y juegos violentos, que operan también como metáfora de un mundo perverso, en el que unos viven la fiesta y otros sufren necesidades y tentaciones.

Algo de esto ocurre en Apuestas perversas, un thriller en el que los protagonistas van definiendo sus roles y subiendo el tono como en un juego, con mucho de azar, pero también de destino cantado.

Volvamos al bar. Craig ahoga tímidamente sus penas, y allí se encuentra con Vince, un viejo conocido con quien comparte sus pesares. Cuando vuelve del baño, su amigo se ha sentado con una pareja curiosa. Y junto a ellos arrancan una noche infernal. Adictos al juego, la pareja del sibarita Colin y la bella Violet, apuesta por todo. Ostentan grandes sumas de dinero, y pronto suman a su jueguito a los amigos Craig y Vince, un par de perdedores que no tienen donde caerse muertos. Arranca una caravana festiva, trágica y cómica, con escenas fuertes y morbosas, con el dinero como zanahoria. Mucho dinero para que cumplan ciertas “proezas”, algunas tontas, otras muy pesadas. Una noche delirante. Pasan del bar a un club de strippers y de allí a la mansión de la estrafalaria pareja. Craig quiere volver a casa, pero no puede, Vince quiere ganar dinero, y allí están los dos, presos de su condición.

Como en la vida, la enigmática pareja se aprovecha de estos dos perdedores, espejándoles sus miserias. Arman su fiesta, su reality en vivo y en directo, sin reglas, sin límite, con ironías malditas de gente que se vende, se distorsiona o se descubre en una situación límite que es ficticia pero es real.