Apuestas perversas

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Bromas pesadas y crueldad

Una pareja de losers y otra con plata de sobra establecen una particular amistad donde el riesgo está a la orden del día. Así van subiendo las apuestas de la inocencia al gore.

Como bien dice el título original, la película trata sobre emociones baratas pero también se juega a través de apuestas que empiezan por unos pocos dólares y terminan en una montaña de verdes donde la crueldad y el cinismo ganan la partida por lejos. Curioso film de raíz independiente, focalizado en dos o tres ambientes (¿faltará mucho para una versión teatral local?), Apuestas perversas es la ópera prima de E. L. Katz donde el director se vale solo de cuatro protagónicos de peso: dos amigos, uno sin plata y perdedor nato y otro que se quedó sin trabajo y está a punto de ser desalojado de su casa junto a su familia, más una particular pareja que se vale de aquellos dos para que apuesten a todo o nada, primero en tono de broma liviana y luego directo a un total desbarajuste donde triunfa la sangre y la mutilación. Al principio, Katz describe con sutileza al familiar Craig y a su entorno flojo de bolsillo hasta que se reencuentra con Vince, un amigo al que no ve hace tiempo, un asiduo concurrente de bares y de algunos locales con chicas desnudistas. El cuarteto se completa con Colin y Violet, que sí tienen mucha plata, razón por la que establecen una particular amistad con el par de desamparados losers. Hasta el encuentro de los cuatro, Apuestas perversas describe un mundo gris, asfixiado por el desempleo y la visita a lugares donde el voyeurismo de los personajes les es útil como catarsis para encubrir sus desgracias personales. Pero el punto de vista se modifica cuando aparecen Colin y su bella mujer, una pareja que actuará como contrapunto de ambos amigos. En ese momento empiezan las bromas y las apuestas, en primera instancia sobre cuestiones no demasiado traumáticas (tocarle el trasero a una strip girl), más adelante con otros ítems que aumentan el tono de perversión del film (tener sexo con la mujer delante de su esposo) para que al final se llega sin culpa alguna al gore como recurso (un dedo mutilado) y a la ingestión no deseada (un perrito recién cocinado) pero que bien valen los 50 mil dólares de recompensa mayor. Entre la sordidez del asunto, un cuarteto actoral que sostiene una historia fijada desde casi un único tema que acumula variables sobre un mismo centro y una sutil fluctuación entre humor negro, género de terror y una violencia que puede estallar en cualquier instante, la película juega con el voyeurismo (perverso) del mismo espectador. Como ocurría en aquella Propuesta indecente con Redford y Demi Moore, pero multiplicado por mil.