Apuesta máxima

Crítica de Hugo Fernando Sánchez - Tiempo Argentino

Jugadas poco novedosas

El tercer film de Brad Furman se mete en el universo de las apuestas con dos protagonistas de lujo, Justin Timberlake y Ben Affleck, jugando al maestro y al alumno.

Richie Furst (Justin Timberlake) forma parte de la élite que asiste a la universidad estadounidense de Princeton, pero el muchacho tiene su lado oscuro y un día pierde el dinero de su matrícula en un juego de póker online. Convencido de que fue estafado, y perdido por perdido, Richie viaja a Puerto Rico, donde está asentado el centro mundial de apuestas en la Web, sin un plan demasiado claro pero dispuesto a reclamarle lo suyo a Ivan "El Mago de Oz" Block (Ben Affleck), dueño del portal de apuestas.
El estudiante, apenas llega, se ve deslumbrado por el paraíso de lujo, chicas y poder en el que vive Ivan y pronto, no sólo recupera su dinero, sino que acepta ser algo así como el discípulo del mandamás global de las apuestas a un clic, convirtiéndose rápidamente en su mano derecha.
Tercer largo de Brad Furman, un director de la industria que cumplió con lo justo en Venganza sin tregua (2007) y Culpable o inocente (2011), aquí pone piloto automático para cumplir con un thriller no demasiado inspirado sobre el universo de las apuestas –ahora mucho más rentable gracias a la globalización vía Internet–, que tiene como centro la vieja fórmula del maestro y el alumno que se sacan chispas hasta que el benjamín da el paso inevitable para superar a su mentor y luego, convertirse en su peor adversario.
Las alternativas del juego por dinero siempre fueron una cantera para extraer todo tipo de material cinematográfico como El golpe, Apuesta final, La casa del juego o Dos por el dinero, sólo por nombrar un puñado de títulos. Lo cierto es que la película de Furman cumple apenas con lo mínimo, con una historia muy transitada entre dos generaciones, dos maneras de ver el mundo, una chica que se disputan ambos (Gemma Arterton, muy desaprovechada), en un thriller sin garra que anuncia cada una de sus jugadas –por si fuera poco, con una irritante voz en off–, la cuestión moral entre hacer o no lo correcto, y la atracción de dos estrellas como Timberlake aquí flojito, como sin convicción en el protagónico, y Affleck, que sin ser un gran intérprete, está bastante convincente como el expatriado y cínico empresario de las apuestas enterrado en una lujosa jaula de cristal en el sudoroso Caribe.
Apuesta máxima es un producto que, además de no aportar nada novedoso al género, tampoco se preocupa en tomar lo mejor de las películas que abordaron el tema del juego, dando como resultado un relato simplón y moderadamente entretenido.