Apuesta máxima

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Saltó la banca

Hollywood es de esas industrias en la que la suma de las partes suelen resultar en un todo como mínimo eficaz. O sea, si se integran en una producción buenos directores, guionistas, técnicos y actores lo más probable es que la cosa salga más o menos bien. Pero, claro, hay excepciones. Y Apuesta máxima es una de ellas.

Es que esta vez un realizador como Brad Furman, que venía de hacer la muy simpática Culpable o inocente (The Lincoln Lawyer); un dúo de guionistas de fuste como Brian Koppelman y David Levien (Ahora son 13) e intérpretes carilindos y cancheros como Ben Affleck, Justin Timberlake y Gemma Arterton fallaron en todos los terrenos con un film sobre apuestas y engaños que arranca como 21 - Black Jack, sigue como Casino y termina… bueno, termina dando bastante pena.

Ben Affleck demuestra aquí todo lo mal que puede estar en pantalla cuando no tiene un material digno ni un director que lo cuide (nadie lo cuida como él mismo) y Justin Timberlake está totalmente desaprovechado (y eso que es un actor ideal para este tipo de historias). Hasta la hermosa intérprete inglesa Gemma Artenton está menos linda que nunca.

Affleck es un zar de los juegos de apuestas (con engaños incluidos, claro), Timberlake es un genio de la Universidad de Princeton que pasa a trabajar para el millonario, pero que luego se convierte en paralelo en informante del FBI. Y lo que sigue es un juego de gato y ratón, estafador-estafado hecho con el manual del género y sin la menor onda.

Hace 15 años Levien y Koppelman habían escrito un film con un título muy parecido y de temática similar, Apuesta final, de John Dahl, con Matt Damon y Edward Norton. No era gran cosa, pero era de esos productos donde, como explicaba al comienzo, los talentos reunidos generaban algo digno. Aquí, en cambio, todo lo que podía salir mal… resultó peor.