Apuesta maestra

Crítica de Jose Luis De Lorenzo - A Sala Llena

La generación de un mito

Meses atrás discutimos fervientemente dentro de un grupo cinéfilo de whatsapp acerca del auteurismo de una obra en particular: Steve Jobs, con guión de Aaron Sorkin.

Entre comentarios surgió la premisa de considerar que la concepción de un film a partir de un excelente guión (como acostumbran ser los de Sorkin) disminuye las chances de que este sea fallido, excepto que el director lo arruine. Alguien expresó la idea de que el cine es más que nada puesta en escena, sugiriendo que un buen film no se elabora a partir de un buen guión sino también con el acompañamiento de un realizador acorde. Finalmente, todos coincidimos en que ese maridaje a veces funciona; otras tantas no.

Hablamos entonces de Sorkin, reconocido guionista de Cuestión de Honor, Mi Querido Presidente, La Red Social, Moneyball, Steve Jobs y también de Apuesta Maestra, quien da en esta última su primer paso como director, y lo hace bastante bien.

Con un comienzo abrupto que funciona como chiste, Sorkin ya deja una pista del subsiguiente rise and fall del personaje principal. Se trata de Molly Bloom (Jessica Chastain), una eximia esquiadora olímpica de slalom que fracasa en una competición crucial. Mediante un montaje paralelo y falseando la línea temporal, vemos a Molly en una doble caída: física/deportiva por un lado, legal/anímica por el otro.

A partir de allí cobra vida una idea de renacimiento, vinculada a la organización de apuestas en juegos clandestinos de póquer. Ello da pie a una primera historia como columna vertebral del relato (el comportamiento delictivo de la protagonista), que derivará en consecuencias legales y un eventual juicio. El film de Sorkin, por cierto, se basa en la autobiografía de la verdadera Molly.

Intencional o casualmente, Molly Bloom comparte nombre y apellido con aquel personaje al que James Joyce destinó un monólogo en el último capítulo de Ulises. Criatura que, a su vez, está simbólicamente basada en Penélope de La Odisea. La Molly Bloom de Sorkin parece continuar esa propuesta joyceana. Durante todo el film, su voz en off narra -quizá en dosis un tanto excesivas- no solo lo que ocurre en escena sino también lo que ocurre afuera. Molly repite, asimismo, el mito de Penélope: pretendida por varios hombres (jugadores), fiel a todos ellos en lo que a la actividad respecta, y en cierta manera atraída por el que luego la traiciona.

En una escena Molly hace referencia al mito, lo vomita sobre el espectador y, desafiante, dice estar “construyendo uno nuevo”. Ese prolífico negocio clandestino, todo un reto para ella, no terminará de llenar el vacío que desde hace años la aqueja. Su redención y comprensión surgen, en parte, gracias al significativo aporte del personaje interpretado por Kevin Costner, el cual no resuelve ciertas incongruencias narrativas pero sí brinda un impulso placentero y emotivo hacia el final de la historia.

Si, luego de ver Apuesta Maestra, pudiese volver atrás en el tiempo a esa conversación de chat, diría que vi la obra de un gran guionista. No su mejor guión, pero sí su mejor film. El primero.