Apuesta maestra

Crítica de Jessica Blady - Malditos Nerds - Vorterix

UN BUEN NOMBRE ES LO MÁS VALIOSO QUE UNO PUEDE…

Aaron Sorking debuta con una gran historia y un gran personaje femenino.
Aaron Sorkin se hizo de su buen nombre con la creación de series como “The West Wing” o “The Newsroom”, pero más que nada por los afiladísimos guiones de “Red Social” (The Social Network, 2010) o “Juego de Poder” (Charlie Wilson's War, 2007), solo para nombrar algunos. Lo crean o no, “Apuesta Maestra” (Molly's Game, 2017) es su debut tras las cámaras, la adaptación de la biografía de Molly Bloom (cosas que le salen de taquito), ex esquiadora a nivel olímpico que se convirtió en una experta en apuestas de alto riesgo, organizando los juegos de póker más exclusivos.

Jessica Chastain se pone en la piel de Bloom, joven atleta, bastante presionada por papá Larry (Kevin Costner) y el legado de dos hermanos mayores que la superaron desde hace rato. Todos sus sueños olímpicos se frustran después de un accidente en la pista, y decide dejar todo atrás en Colorado para mudarse a Los Ángeles y buscar la independencia familiar y económica.

Molly arranca como camarera (obvio), pero se consigue un segundo trabajo como secretaria full time de Dean Keith (Jeremy Strong), un tipo bastante desagradable que, entre otras cosas, organiza partidas de póker entre celebridades, deportistas, empresarios y cualquier miembro de elite que pueda desembolsar altas cantidades de billetes.

Bloom oficia de mera asistente, pero en el ínterin observa, investiga y aprende todo lo que puede sobre el juego porque a los ojos de todos será “una chica linda”, pero resulta ser mucho más inteligente. Cuando Molly le quita protagonismo, Keith decide despedirla y es ahí donde ella toma coraje y con la ayuda del Jugador X (Michael Cera) –una estrella de Hollywood que vive buscando grandes contrincantes-, decide organizar sus propias veladas.

Todo legal, todo muy refinado, todo viento en popa…, hasta que le toca lidiar con los problemas económicos de algunos jugadores, y decide mudarse a Nueva York con la cola entre las patas, pero dispuesta a retomar esa independencia que la alejó de su hogar en un primer momento. La Gran Manzana le ofrece oportunidades únicas, pero también peligros, asociaciones no deseadas, la debacle y, finalmente, la pone en la mira del FBI que no duda en arrestarla y quitarle todas sus posesiones.

Así arranca “Apuesta Maestra”, con un arresto casi cinematográfico, una (anti)heroína en busca de representación legal y un abogado (Idris Elba) que decide juzgar al libro por su portada, literalmente hablando. Molly se convirtió en una celebrity de pasquín con su autobiografía recién editada, una especie de “madama” que se relacionó durante años con estrellas de todo tipo, empresarios multimillonarios y hasta la mafia rusa (sin saberlo), y es ahí donde las autoridades quieren meter la mano.

Pero Molly no es nada de lo que parece a simple vista, con esa apariencia exuberante de por medio, sigue siendo esa mujer inteligente y dispuesta a seguir aprendiendo que, además, se aferra a su inquebrantable moral, y no piensa divulgar ninguno de los nombres de sus clientes. Por ahí viene todo el tire y afloje legal de la historia de Sorkin, la relación de Bloom con Charlie Jaffey (su abogado, un tanto renuente al principio), y los propios fantasmas de la chica, que nunca duda (ni miente) en reconocer que llegó a tocar fondo y, en última instancia, traspasó la línea de la ilegalidad.

“Apuesta Maestra” es un drama biográfico que destila el estilo verborrágico de Sorkin desde el guión hasta la estética visual. La primera hora, el recuento de la historia de Molly “llegando a la cima” es vertiginoso, lleno de datos y momentos hilarantes que ni nos permiten parpadear un segundo. Es su marca registrada, y acá le calza como anillo al dedo, pero Chastain es en definitiva el alma de todo lo que sucede en la pantalla, componiendo uno de los personajes femeninos más interesantes de los últimos tiempos.

Sorkin no fuerza el humor, ni los momentos emotivos, y a pesar de los lujos y las situaciones ‘espectaculares’, Molly se nos presenta como un personaje humano y real con una temática tan antigua como universal: la mujer haciéndose un lugar en un mundo de hombres, si les gusta aún más, en un juego de hombres, donde no siempre es bienvenida ni bien vista, y donde al final le quieren hacer pagar el precio.

Pueden ir y leer lo que pasó con los cargos en su contra (acá no lo vamos a spoilers aunque sea de conocimiento público), pero lo interesante es conocer su historia de primera mano (narrada por Chastain), y aunque siempre se suma cierta ficcionalización y dramatismo, nadie duda de las peripecias de Molly ni por un segundo, justamente, por esa sinceridad que exuda.

El punto más flojo, sin duda alguna, son esos daddy issues que intentan justificar todo, o al menos, confundir sus motivaciones y logros personales con una postura más revanchista contra los hombres que siempre la superaron.

Hay lecturas y lecturas, y preferimos celebrar su ética intachable y su lucha por la verdad en este caso, su posición de “empresaria” y mujer que se construyó a sí misma, antes de esa imagen frívola y despreocupada que devuelven los diarios más amarillistas. Molly quiso jugar en el mismo patio que los chicos, con las mismas reglas de juego y condiciones, pero al momento de ser juzgada (por el FBI y la opinión pública) su condición femenina siempre se vuelve relevante, en la mayoría de los casos, para mal. Sorkin y Chastain se aseguran de que el personaje (y la persona real que está detrás) se presente de forma casi transparente en la pantalla, porque Bloom nunca esconde sus errores, aunque tampoco deja que la menosprecien.

LO MEJOR:

- Chastain, siempre Chastain.

- La estética visual tan acorde con el relato de Sorkin.

- Que a pesar de su espectacularidad, resulta muy relevante para estos tiempos de empoderamiento femenino.

LO PEOR:

- La sobreinformación puede marear a más de uno.

- No toda la culpa la tienen los padres, ¿o sí?