Aprox

Crítica de Brenda Caletti - CineramaPlus+

¿EL DETALLE QUE NO MIENTE?

Para engañar no sólo son necesarios los hechos o las palabras sino también los gestos del cuerpo y la voz, que actúan como indicios. Pero, al mismo tiempo, hay otro elemento que se inserta de una forma más sutil: la mecanización. Entonces, ¿cómo mentir bien? O ¿cómo hacer para descubrirlo? Estos interrogantes se plantean y conectan el relato de Aprox, película dirigida por Víctor Kesselman.

Podría desglosarse la historia en dos partes: por un lado, el relato principal que se desarrolla en una oficina y que evidencia la competitividad entre los diferentes cargos de los empleados. Estas situaciones se intensifican a partir de la llegada a la agencia de un vendedor de revistas de caballos (Eduardo Iacono). A su vez, en ciertas ocasiones, se interrumpe la acción mediante pausas en las que ingresa un presentador (Gustavo Pomeranec) que describe la escena, pone en evidencia ciertas poses o gestos y los explica. Por otro lado, se desarrolla en paralelo una serie de historias breves y separadores que exploran, modifican y ponen en cuestionamiento la gestualidad y la voz como actores principales a la hora de engañar. En estos casos, no hay interpretación de las mismas.

En segundo lugar, trabaja a partir de la idea de proceso. Busca enfatizar cambios en los aspectos físicos de los actores. Por ejemplo, cuando el vendedor llama a la recepcionista (Laura Casalongue) y le dice que ahora tiene barba, o la misma recepcionista, en principio, con el pelo corto y rojo fuerte, y luego con el pelo largo y más claro. Además, y tal vez en clave irónica, se exhibe una placa que indica que el proyecto comenzó antes que la serie “Lie to me”.

Kesselman postula su proyecto como un ensayo sobre el poder y el lenguaje del cuerpo. El tratamiento del filme está articulado en varias premisas: en principio, toma como base un manual para vendedores y pone en juego las nociones de persuasión y conocimiento como formas que esconden ciertos grados de manipulación y dominio. El director se centra en el cuestionamiento de la mecanización de los gestos.

El relato está construido en base a la experimentación y el absurdo y esto se puede ver por ejemplo, en los separadores donde aparecen los actores moviéndose o gesticulando, y se superponen las imágenes, o no mantienen cierta continuidad como marcas de fin y comienzo de escena. Los gestos y movimientos de los actores, sobre todo en los rostros, se vuelven por momentos exagerados en un primer plano. Kesselman también plantea un juego a partir de los planos detalle de los pies como idea de sostén del cuerpo y del relato, así como también de pantallas divididas o recortadas, y la inserción de placas o texto.

A pesar de estas búsquedas y de los recursos empleados, se produce un desmoronamiento en la coherencia del relato: la hipótesis sobre la que trabaja Aprox - descubrir el engaño a base de gestos y voces y usar el detalle como rasgo singular- termina no sólo como una pregunta sin resolver sino, además, diluida. Entonces la repregunta de si se puede filmar una película sobre el estudio del cuerpo se torna vacía. Claro que, al tratarse de un ensayo, no hay una certeza acerca de la efectividad del planteo y el error es una opción probable, no obstante, Aprox termina adoptando, en cierta medida, esa postura de naturalizar aquello que busca exponer como singular. De esta forma, los elementos que emplea como registros distintivos pierden efectividad desdibujándose en fragmentos inconexos y distantes.

Por Brenda Caletti
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