Aprendiendo a volar

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Un cuento para chicos cargado de realidad

Por voto del público infantil, esta película resultó ganadora del anterior Baficito. Algo similar ocurrió antes en Berlín (Premio de la Juventud) y luego en toda Europa (Premio del Jurado Joven de la European Film Academy). Los adultos no la hubieran votado para sus hijos. Es angustiosa, triste, aunque termine bien. Pero a veces los chicos quieren, necesitan sentir angustia y tristeza. Intuyen lo que ya decía José Hernández, "porque nada enseña tanto como el sufrir y el llorar".

El personaje, un flaquito de aproximadamente diez años, vive gran parte del día solo, en una casa sencilla rodeada de verde, cerca de alguna autopista. Su padre trabaja afuera y le gruñe cuando está adentro, su madre directamente no está. El fantasea largas charlas telefónicas con ella, le dice que lo pasan muy bien y que la extrañan, todo eso. En la escuela es buen deportista, pero tiene arranques de violencia que los demás deben aplacar. Un día encuentra un pichón de cuervo caído en el suelo. Deduce que la madre cuerva lo rechaza, y lo cría a escondidas. Su papá no quiere mascotas, no quiere encariñarse más con nadie.

Así avanza la historia, a través de pequeños episodios, hasta desembocar en un final que, por suerte, alivia los corazones. Por suerte, y porque el padre puede ser un ogro pero también es un ser humano, como la mayoría de los hombres a cargo de un niño problemático. Esto no es una fábula, es un cuento cargado de realidad, y de soledad, donde el chico debe hacerse fuerte por sí mismo, así como el pequeño cuervo debe aprender a volar por sí mismo (y a veces, lamentablemente, es medio pavote igual que el chico). Así es como se aprende.

Boudewijn Koole, se llama el autor, un documentalista holandés que de este modo debuta, con pie derecho, en el cine de ficción. Lo ayuda Jolein Laarman, guionista y productora de mayor experiencia. Su personaje, muy bien interpretado por el niño Rick Lens, tampoco está solo. En el cuadro de honor de películas con niños como éste, lo anteceden el escolar temeroso de su hosco padre en "Pelo de zanahoria" (Julien Duvivier, 1932), y el vaguito maltratado por su hermano en "Kes" (Ken Loach, 1969). Ese vaguito criaba un halcón, y los dos terminan mal. El pelirrojo termina bien, no así su protagonista, Robert Lynen, que en 1944, miembro activo de la Resistencia, fue fusilado por la Gestapo. La Cinemateca de la Ville de Paris lleva su nombre.