Aprendiendo a volar

Crítica de Lilian Lapelle - Cine & Medios

Mi amigo cuervo

Jojo (Rick Lens) es un niño bastante solitario, si bien tiene amigos y un muy buen desempeño en el equipo de water polo, siempre juega solo, como si hubiese inventado su propio mundo; camina, canta, habla solo. Un día encuentra un pequeño cuervo al que han echado del nido, y desde ese momento se dedica a cuidarlo, su vida gira en torno a él. El cuervo pasa a ser su mejor amigo, con quien comparte todo, al que cuida y protege.
Jojo se convierte en una figura paternal y de protección, tal vez la que a él le falta, ante la ausencia de su madre, y un padre que pasa muchas horas fuera de casa, y que cuando regresa, por más que lo ame, no sabe que hacer con él.
A su padre no le gustan los animales, y tarda en comprender la relación entre el niño y el ave, pero es a través de esa relación que ambos logran reconstruir su situación, comprenderse, entender porque Jojo necesita cuidar de alguien, y porque el padre tiene miedo de que se encariñe con el animal. Así de a poco comienzan a largar su enojo, a perdonar y a comprender donde están parados ahora, que son solo dos.
Rick Lens es un niño con una gran sensibilidad y dulzura y su interpretación sorprende, siendo un niño tan pequeño es quien sostiene todo el film. La historia es sencilla, de esas que suceden dentro de una familia, pero que aún asi tienen mucho para contar, aunque por momentos puede resultar un poco lenta.
La música folk, interpretada por la ausente madre del niño, acompaña las hermosas imágenes de Jojo y su pequeño amigo, en su recorrido juntos, hasta que llega el momento en que cada uno vuele por su cuenta.