Aprender a vivir

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Moroso aprender a vivir de un adolescente

Una escena de moderado suspenso cierra este drama. Un hombre, víctima de su esposa, su vecino, y la enfermedad que lo mantuvo largos años deprimido, acaba de armar su rifle con mira telescópica, apunta para diversos lados y dispara. No diremos a quién, pero tiene esos y otros blancos, incluyendo a su propia hija adolescente y al amiguito de la hija, que por pura casualidad es hijo del referido vecino. Puede deducirse que éste no es un barrio aconsejable.

Sin embargo, uno a primera vista quisiera vivir ahí. En esas lindas casas suburbanas con mucho verde alrededor, un bosquecito al fondo, todo lleno de hojas doradas en otoño y con algún venado que por las mañanas se arrima casi hasta la puerta, en fin, esas típicas casitas blancas de las películas americanas, de lindo frente, mucha madera, y que por dentro son una porquería.

La historia se ambienta en un tiempo confuso. Los datos combinan cierto auge inmobiliario de fines de los 70 en Long Island con una toma de embajada en Irán ocurrida años antes, y el conflicto de Malvinas de 1982 («cerdos hispanos» menciona alguien circunstancialmente). Dicho sea de paso, también ese año se identificó la bacteria de la enfermedad que sufre el antedicho fusilero: la enfermedad de Lyme, una cosa rara que provoca depresiones, ataques de pánico, tendencias suicidas, paranoia, agresividad, y en una de esas también seborrea. Todo ello, provocado por las garrapatas que acompañan a los venados que por las mañanas se arriman casi hasta la puerta de la linda casita.

«Lymelife», es el título original de la película, y cabe advertir que, con síntomas tan diversos, cualquiera puede parecer enfermo. Los chicos de la escuela se agarran a las trompadas, las mujeres están angustiosamente hartas de sus maridos, el chico protagonista pasa 80 minutos con cara de agotamiento, etcétera. Por suerte se despabila en dos oportunidades: para trompear a otro, y para tener su primera experiencia sexual bajo la experta guía de la vecinita, que tiene su misma edad pero, ya se sabe, las mujeres maduran más rápido. El pobre tiene que esperar casi toda la película para que pase algo, y el espectador también.

Eso sí, el reparto tiene cierto lustre, y ciertas escenas justifican moderadamente la calificación de actor para Alec Baldwin. Junto a él, llaman la atención los hermanos Rory (protagonista) y Kieran Culkin, la prometedora Emma Roberts, y, sorprendentemente «a cara lavada», Cynthia Nixon, la Miranda de «Sex and the City.