Aplicación siniestra

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Sofocados por la tecnología

Aquel terror clase B de antaño, ese que encontró su nicho primero en los autocines y las funciones vespertinas/ nocturnas marginales y luego en el entorno hogareño del VHS y el DVD, de a poco fue mutando hacia los servicios de streaming y el circuito de festivales internacionales del género… eso en lo que respecta a los países centrales y el así llamado “mercado formal”, porque en nuestro sur y en gran parte del planeta la única manera de ver estos trabajos es a través de la piratería lisa y llana, debido a que los canales de distribución tradicionales suelen estar cooptados por los grandes conglomerados de la industria cultural y los “estados amigos” que los benefician y los sostienen. Aún así, de vez en cuando se quiebra el patrón y algún que otro representante aterriza en las salas comerciales aunque en línea general no hablamos de los mejores exponentes del rubro, más bien todo lo contrario.

Lamentablemente Aplicación Siniestra (Bedeviled, 2016) forma parte de este último grupo, el caracterizado por una clase B que no logra superar sus limitaciones presupuestarias y funcionales mediante una trama o colección de muertes en las que se identifique una mínima dosis de talento detrás de cámara. A decir verdad resulta curioso el proyecto en su conjunto ya que el oportunismo está presente desde el mismo título pero la ejecución del concepto deja muchísimo que desear: este tipo de opus tendría que jugarse por escenas de sexo y una carnicería a la vieja usanza, todo exacerbado al extremo, no obstante hoy hasta la serie Z más porfiada suele tomar el lenguaje anacrónico del mainstream de años pasados, lejos del repunte cualitativo contemporáneo, para ofrecernos un relato aséptico sin una gota de sangre y basado en fantasmas que espantan a los personajes a puro jump scare marchito.

Como indica la catarata de estereotipos de turno, la historia comienza con el fallecimiento de un ataque al corazón de Nikki (Alexis G. Zall), una adolescente que cae bajo la garra de un espectro símil payaso, quien literalmente la asusta hasta morir. Desde el minuto cero queda clarísimo que el monstruo en cuestión, un tal Señor Bedevil, utiliza la aplicación del título para entrar a nuestro plano de existencia y hacer de las suyas, lo que por supuesto lleva a que luego del deceso de la chica, su novio Cody (Mitchell Edwards), su mejor amiga Alice (Saxon Sharbino) y todo su grupo de allegados reciban una invitación para descargar la app con el objetivo de que la cadena de muertes continúe su marcha. Este film escrito y dirigido por los hermanos Abel y Burlee Vang retoma aquel subgénero naif de la década anterior que mezclaba los slashers con el J-Horror y la autoconciencia a la Scream (1996).

Que el producto esté mal actuado, que los diálogos sean anodinos y que el desarrollo no aporte ni un gramo de originalidad son detalles excusables dentro del contexto limitado de la película, lo que no se puede pasar por alto es el hecho de que la experiencia resulta muy aburrida porque carece de gore y verdadera efervescencia trash, como si estuviese destinada a las últimas generaciones de adolescentes y adultos bobos, impersonales y mojigatos que pululan por muchísimas esferas de la sociedad con su bandera de “no queremos ideología, sólo consumir”. Por momentos pareciera que Aplicación Siniestra pretende reflexionar sobre la obsesión actual con la tecnología y el miedo a que nos sofoque, pero todo queda en una combinación berreta de Llamada Perdida (Chakushin Ari, 2003), Destino Final (Final Destination, 2000) y Pesadilla en lo Profundo de la Noche (A Nightmare on Elm Street, 1984)… y para colmo con un villano a mitad de camino entre el Guasón y Slenderman.