Aparecidos

Crítica de Amadeo Lukas - Revista Veintitrés

Con una interesante y audaz metáfora sobre los desaparecidos, esta coproducción española-argentina que en apariencia sólo se propone sobresaltar, sale airosa de su singular y riesgoso mix. Aparecidos pretende producir espanto por más de una razón, y por momentos logra su tenebroso cometido, ya que la trama, nada sencilla de resumir, afronta con mucha dignidad la premisa de asustar por sus fantasmas y también por su conexión con las más execrables prácticas del terrorismo de estado.
Dos hermanos españoles, cuya madre argentina se exilió con ellos de pequeños, vienen a Buenos Aires a hacerse cargo de un padre en coma sobre el cual pesan sombrías sospechas. Esto traerá a colación un viaje al sur de ambos con un Ford Falcon rural –todo un símbolo- que oculta un rotoso diario que describe el asesinato de una familia, mientras una oxidada y tétrica camioneta y unos muertos que no tienen paz, ni de un lado ni del otro, los acosan sin piedad. Estos y otros ingredientes van diseñando una alegórica pieza de horror que cierra apropiadamente con una espectral y conmocionante imagen final de Buenos Aires. Dentro de un elenco sólido se destacan sus dos estupendos y jóvenes protagonistas ibéricos, Javier Pereira y Ruth Díaz, y las buenas participaciones de intérpretes locales como Pablo Cedrón, Héctor Bidonde y Graciela Tenenbaum.