Antes del frío invierno

Crítica de Carlos Schilling - La Voz del Interior

La misteriosa nostalgia de la burguesía

Philippe Claudel, coquetea con el policial y el melodrama filosófico.

La originalidad reglamentaria suele ser una de las mayores virtudes y uno de los mayores defectos del cine francés. El horror al lugar común ha producido muchas cosas peores que lugares comunes, pero también muchas obras inolvidables. Antes del frío invierno puede ser descrita como un policial de misterio, como un melodrama conyugal de la edad madura o como una reflexión sobre el destino.

Esa ambición narrativa y filosófica va desplegándose de escena en escena como una flor que se abre lentamente. Antes de que el proceso se complete, hay varios incidentes, episodios y conductas que no sólo parecen inverosímiles sino pretenciosos, incapaces de soportar una comparación con la vida cotidiana. Sin embargo, una vez que el dibujo muestra todos sus detalles, se justifican incluso los trazos más absurdos.

Un prestigioso neurocirujano (Daniel Auteil) empieza a recibir ramos de rosas de un día para el otro. Su vida era un remanso hasta ese momento. Tiene una esposa (Kristin Scott Thomas) que lo ama, vive en una casa de ensueño en las afueras de París, juega al tenis con su amigo de la vida que es psiquiatra (Richard Berry), y lo único que parece no cuadrar del todo es la relación con su hijo quien no obstante le ha dado una nieta preciosa.

Las rosas tienen la fuerza de impacto de un aerolito en ese mundo de rutinaria comodidad que se suele describir despectivamente como "burgués", pero que el director Philippe Claudel lejos está de presentar a través de personajes satisfechos de su estatus social y autocomplacientes. La inquietud que produce la irrupción de una extraña joven marroquí (Leila Bekhti) en la vida del médico –parece sugerirnos Claudel– se corresponde con cierta disponibilidad interna, cierta sensibilidad que ni el dinero, ni el prestigio, ni el afecto pueden aletargar.

Esa parte maldita, que la cultura francesa ha adoptado como una especie de sombra o de reflejo invertido de su cacareada civilización, es la que se asoma en la tersa superficie de la película y hace gestos desesperados desde el otro lado de su estética de cine de calidad. Pero la ambigüedad aparece sostenida por una trama que no deja de ser rocambolesca aun cuando esté oculta la mayor parte del tiempo.

Tan inteligente es Claudel que se anticipa a las objeciones y trata de equilibrar su artificio con algunos personajes más simbólicos que necesarios. El problema es que su inteligencia le quita poder de fuego al enigma central de la película: ¿por qué vivimos con nostalgia de la vida?