Anomalisa

Crítica de Laura García Lombardi - Proyector Fantasma

La artificialidad hiperrealista

Varios años después de Synecdoche New York (2008), su debut como director, Charlie Kaufman -también conocido por guionar Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (2004), El Ladrón de Orquideas (2002) y Being John Malkovich (1999) entre otros- vuelve al cine de la mano de Duke Johnson como co-realizador. Producida gracias a una campaña de crowdfunding vía kickstarter y filmada a un promedio de 2 segundos por día de rodaje, Anomalisa es un film de animación en stop motion hecho para adultos.

La premisa de la historia es simple: un experto en atención al cliente, Michael Stone, viaja a Cincinnati para presentar su libro y dar una conferencia. El guion está basado en una obra de teatro que originalmente fue escrita para ser leída en vivo, con foley y con música, pero sin representación visual. Para Kaufman la cualidad sonora de Anomalisa como obra era muy importante, pero Duke Johnson pudo convencerlo de llevarla al cine de esta forma.

Sorprendentemente, puede que esta sea la más realista de las historias de Kaufman, la menos disparatada (sin contar Confesiones de una mente peligrosa, de cuyo guión Clooney hizo una interpretación demasiado libre). El gran acierto desde el arte del film es no apuntar a la espectacularidad visual; de hecho la puesta de cámara es casi minimalista, pero precisa, y nos revela un universo muy similar al nuestro: en el nos sentimos algo nativos y algo extranjeros a la vez. Quien se pregunte por qué una película tan “de personajes” no fue filmada con actores entenderá con el correr de la historia la necesidad dramática para esta decisión: la tensión entre la artificialidad del modo de representación y el realismo que logra es una gran parte de la expresividad del film.

En un año en el que los probables ganadores del Oscar sean quienes se enfrenten a la posible muerte en garras de un oso o un perverso secuestrador (grandes espectáculos de emocionalidad que reafirman la “profundidad” de esas historias), Kaufman y Johnson deciden ir hacia el interior de sus personajes, con las muy expresivas voces de David Thewlis, Jennifer Jason Leigh y la no tan expresiva pero muy inteligentemente elegida voz de Tom Noonan. La intimidad está creada desde el más ínfimo de los detalles, y el trabajo con la expresión facial y corporal de las marionetas es notable. Pensemos en la típica escena en la que un personaje entra a ducharse en cualquier película: entra a la ducha, abre la canilla y ya. En este film vemos en un momento, breve, casi como una transición, a Michael Stone regulando el agua de la ducha del hotel, alejándose porque se quema o le da frío. ¿Quién no ha tenido que luchar con la temperatura de una ducha desconocida? Y sin embargo, ¿cuántos filmes representan estas situaciones de esta forma?

La actitud ejemplificada en esta escena es constante en todo el metraje: la valentía en la creación de estos personajes radica entonces en cómo podemos ver en ellos algunas cosas patéticas, inconfesables y quizás algo insignificantes (cuestiones que Hollywood suele enfrentar a medias o directamente ignorar), pero no por eso menos universales. El film no niega la vergüenza que estas pequeñas cosas nos generan, ni tampoco las idealiza: así nuestra identificación tanto con Michael como con Lisa es compleja pues podemos encontrar belleza en aquellas cosas que les pesan, pero sin olvidarnos de todo aquello que nos pesa a nosotros mismos. Es una identificación incómoda, sí, pero también más reveladora.

Todo esto, junto a un sutil manejo de los climas, crea algo verdaderamente excepcional en Anomalisa. La sensación de extrañamiento es constante, por momentos casi agobiante, y aún así hay lugar para el humor, la risa y la ternura; sería imposible decir si es una historia “feliz” o “triste”: quizás es una historia sobre la posibilidad, difícil, que se nos escapa, de ser felices en un mundo desolador. Luego de deleitarnos con tramas de una complejidad casi demencial, Kaufman y Johnson nos demuestran que aquello que hace especial a su cine (y, por qué no, al cine en general) es la posibilidad de explorar profunda y desgarradoramente los conflictos que nos constituyen como humanos.