Annabelle

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Una gota de sangre de Annabelle Higgins (Tree O'Toole), una mujer poseída, transforma a una muñeca de juguete en el vehículo para que las fuerzas malignas hagan su ingreso en la tierra, o algo así.
Con esa premisa "Annabelle" (USA, 2014), de John R. Leonetti, busca reflotar el cine de terror enfocado en marionetas o muñecos y que de alguna manera cobran vida para cometer atrocidades.
El intento esta, pero en vez de asustar al mejor estilo "Chucky" y así poder descansar en el placer de género, y de reírse de sí misma, la historia vira hacia una recuperación de aquellos filmes en los que una pareja (Annabelle Wallis y Ward Horton) deberá lidiar con sus conflictos y a su vez luchar con las fuerzas del mal para proteger a su hija.
El director apuesta a la construcción de atmósferas y climas sugerentes para poder así impactar con algunas escenas solo en aquellos espectadores más desprevenidos, porque responden a un intento efectista se asustar.
Cuando el año pasado "El Conjuro" trajo de vuelta las películas de posesión, con un respeto por la narración y la generación de un estilo propio, en la oportunidad de la creación de este spin off y también precuela de dicho filme, había mucho interés y curiosidad.
Pero con el intento mucho no se logra, y la película deambula entre la falta de poder imponer su identidad y el poco logrado climax, con un conflicto que se incorpora ad hoc bien avanzado el metraje. "Annabelle" pudo haber sido otro filme, pero prefirió quedarse en una zona de confort sin innovación evocando historias ya vistas e insuperables, como “El bebé de Rosemary” o “La profecía”, por sólo citar algunos ejemplos.
Cuando los protagonistas tienen problemas van a la Iglesia a intentar solucionarlos, porque la fe es uno de los motores de la historia, pese a que no logra convertirse en la verdad de los protagonistas, que deambularán sin saber qué hacer hasta que se topan con una misteriosa vecina (Alfre Woodard), que demostrará un interés exacerbado por ellos y su niña.
El clasicismo de sus imágenes, la reconstrucción de época y la baja energía de los actores (Wallis y Horton, como la pareja atormentada) tan solo reafirman la imposibilidad de utilizar el coletazo de los expedientes Warren como potente guía, pero se termina generando un producto menor que no asusta y que sólo reafirma que se quiso aprovechar una oportunidad de negocio sin importar la historia y la manera en la que se iba a contar la película. Una lástima.