Annabelle 3: Viene a Casa

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

Todos sabemos que Annabelle surgió gracias a la saga de "El Conjuro", que tiene como protagonistas a Ed y Lorraine Warren, la pareja de demonólogos. Este spin off que ya va por su tercera película, la que nos llega ahora a cartelera, de todos modos se había encargado siempre de contar sus orígenes.
Con una primera entrega bastante mediocre y su superior sucesora que funcionó como precuela de aquella, en la línea de tiempo de este universo creado por James Wan, esta nueva “Anabelle 3: Viene a casa” sería una especie de “El Conjuro” 1.25.
Dirigida esta vez por Gary Dauberman (guionista de las entregas anteriores pero también de otras películas de terror, algunas de este universo como la fallida “La monja”, sin embargo también fue quien terminó de darle forma al guión de la primera parte de “It” que dirigió Andy Muschetti, después de haber pasado por distintas manos y desacuerdos), “Annabelle 3” comienza con la pareja interpretada por Vera Farmiga y Patrick Wilson obteniendo esta peligrosa muñeca.
Peligrosa porque no es una simple muñeca poseída por un espíritu maligno, sino que es un conductor, un elemento que puede atraer a muchas entidades malignas al mismo tiempo.
Pero Ed y Lorraine se han asegurado más que una carrera, conocen sus dones y sus capacidades para contener ese mal que en manos de desconocidos podría desatar peligros impensados. Así que se la llevan a su famoso cuartito lleno de objetos recopilados a través de su larga carrera combatiendo demonios. No obstante no estamos ante una más de la saga de “El Conjuro”.
Más allá de esa introducción protagonizada por el matrimonio, los protagonistas reales de la película serán la hija pequeña, una niña solitaria que no tiene amigos a causa de la fama de sus padres, y dos chicas adolescentes: la niñera y su amiga.
Porque todo sucede durante un viaje corto de esos que la pareja hacía en su trabajo. “Annabelle 3: viene a casa” logra diferenciarse en esa búsqueda por entregar algo que funcione pero que al mismo tiempo consiga resaltar, llamar la atención. Algunas de estas películas lo han logrado y otras tantas, no.
En este caso, Dauberman apuesta a un tono por momentos más ligero, con pequeñas escenas simpáticas o divertidas. El trío de protagonistas tiene entonces a esta niña de quien se burlan en la escuela y de quien se acerca un cumpleaños al que teme que no concurra nadie.
La adolescente que es niñera pero también amiga y se caracteriza por hacer las cosas bien, portarse siempre como corresponda y tiene un vecino que la corteja de manera tímida y torpe como tantos adolescentes. Y su amiga desenfadada y rebelde que además carga con una historia trágica donde la muerte fue la gran protagonista.
Como podemos suponer es este personaje el que desatará el gran conflicto de la película cuando, entre curiosidad y desparpajo, acceda al cuarto encerrado y toque todos esos objetos peligrosos.
Dauberman (que también escribe el guión) aprovecha esa parte de la trama para introducir incontable cantidad de guiños y, quién sabe, situar posibles futuros spin offs. A la larga, ese cuartito lleno de objetos está también lleno de historias.
Aunque una leyenda tras el prólogo se encarga de recalcarnos que de todos ellos, el más peligroso es la muñeca de apariencia inocente. Una muñeca que no necesitará moverse –no ante nuestros ojos- ni emitir ningún tipo de sonido para que genere incomodidad su sola presencia. En cuanto a la trama, ésta tiene mucho de película de terror adolescente.
Son personajes forzados a crecer a través de circunstancias impensadas. Con respecto al terror, éste se sucede de un modo bastante predecible, con alguna escena más efectiva que otra pero sin mucha novedad.
Las actuaciones son buenas, resaltándose además de los consagrados Farmiga y Wilson, la niña Mckenna Grace, que sigue consolidándose como algo más que una promesa. A nivel técnico, Dauberman, aunque ésta sea su ópera prima, se muestra como un conocedor del género y se desenvuelve bien generando climas terroríficos a través de una fotografía que se apoya más que nada en escenarios oscuros.
Y lo hace con una estética claramente influenciada en las películas de terror de los 70s y 80s. “Annabelle 3: viene a casa” es una de las entregas cumplidoras del cada vez más vasto universo que surgió a partir de “El conjuro”, más allá de que no traiga muchas novedades a la mesa y cuyo tono ligero le resta un poco de potencia al terror que tan bien funcionó en la saga original.
Al mismo tiempo es un homenaje al personaje de Lorraine Warren, fallecida recientemente y a quien además está dedicada la película, porque aunque no tenga muchos minutos en pantalla son suficientes para retratarla con amor y energía.
Podríamos decir que esta ópera prima está de hecho realizada con amor y respeto.