Annabelle 3: Viene a Casa

Crítica de Ernesto Gerez - Metacultura

El cuarto prohibido

A diferencia de las dos entregas anteriores, lo bueno de Anabelle 3: Viene a Casa es que podría ser un capítulo de una recopilación de terror que sólo explota su marca. La muñeca es un detalle más. Es la protagonista de una tiendita de los horrores que libera su magia y pone a andar a todos los juguetes que los demonólogos Warren tienen en su calabozo de aventuras paranormales. Uno de esos juguetes es el de un hombre lobo medio trucho hecho con humo de CGI que corre al galán working class de la película y que nos mete en un juego que podría ser de algún heredero irresponsable de Roger Corman. Escena que expone el espíritu infantil del terror de Wan (en esta oportunidad dirigido por Gary Dauberman, otro de sus muchachos y guionista de la remake de IT); porque aunque los calificadores le den Restricted, lo suyo es el terror ATP, que cuando no es solemne como en este caso ni se pasa de pretensión humorística, no está mal.

También hay algo de terror japonés, porque en definitiva más que el horror cristiano que tanto le gusta a Wan, estamos ante una película de fantasmas. Igual de chiquita que La Maldición de la Llorona (2019) o La Monja (2018) pero mejor hecha, con una narrativa más precisa; y decimos precisa sólo porque no te duerme, porque consigue generar algunos climas y que el devenir de las escenas, a veces, interese. A eso se le suma una menor utilización de los jump scares con relación a otras de sus producciones, en pos de la generación de suspense, aunque sea mínima.

Si en la segunda parte nos contaban la creación de la muñeca, acá estamos ante su encierro en ese gabinete de vidrio que los que vieron los productos de Wan ya conocen. La premisa toma algo del mito de la niñera y el asesino que los slashers norteamericanos tanto explotaron, porque las protagonistas son Judy (Mckenna Grace como la hija de los Warren), la niñera (Madison Iseman), y su amiga Daniela (Katie Sarife), que en lugar de ser acechadas por un asesino serial son atormentadas por los demonios contenidos en el cuarto prohibido de los Warren. Nada nuevo bajo el sol ni nada que modifique el statu quo del horror estadounidense; de todos modos, hay un poco menos del conservadurismo formal del universo de El Conjuro que hace que esta entrega esté un poquito por encima del resto.