Annabelle 3: Viene a Casa

Crítica de Alejandro Turdó - EscribiendoCine

Casa de muñeca(s)

Pocas veces el cine entregó spin-offs con tanto impacto en el público (y en la taquilla) como aquellos derivados de El conjuro, la saga que sigue los pasos de Ed y Lorraine Warren, esos llaneros de lo paranormal cuyas incursiones fantasmagóricas ancladas en hechos reales supieron ganarse su lugar dentro del séptimo arte en general, y dentro del cine de Terror contemporáneo en particular. Por sobre la Monja y la Llorona, Annabelle es sin dudas el personaje satélite que más popularidad arrastra. Siendo la industria más que consciente de todo esto, no sorprende que la tercer película en solitario de la muñeca posesa llegue a la pantalla grande con un nuevo relato escalofriante, bajo el título de Annabelle 3: Viene a casa (Annabelle Comes Home, 2019).

El eje temporal de esta nueva historia tiene sus bemoles: es una secuela de la saga de Annabelle y al mismo tiempo una precuela de la primer entrega de El conjuro (The Conjuring, 2013). Abre con los Warren haciéndose de la muñeca infame, y guardándola bajo llave en una caja de cristal dentro de esa habitación que en todas las películas vemos llena de objetos non sanctos, suerte de souvernires de casos anteriores que han logrado sortear exitosamente.

Pero no se engañen, de Ed y Lorraine Warren vamos a ver poco y nada esta vuelta. Porque el conflicto gira en torno a su hija Judy, quien pasa una noche alucinante -guiño guiño- junto a sus dos babysitters cuando Annabelle es accidentalmente liberada y da rienda suelta a todas aquellas fuerzas malignas anexadas a cada objeto exótico de la habitación que se encuentra en el sótano de los warren. Y es así como la película quita importancia al desarrollo dramático para concentrar sus energías en entregar una sucesión de escenas que juegan a asustar al espectador, antes que construir un relato que vaya más allá de los “jump scares”.

Gary Dauberman hace su debut como director dentro de una saga que anteriormente lo tuvo como guionista, un hombre cuya impronta guionística también tuvo lugar en It (Eso) (2017) y su inminente segunda parte. Dauberman trabaja de forma correcta como director, sabe lograr climas acertados para lo que el genero requiere. El único problema es que estira demasiado el suspenso y los sustos se vuelven demasiado previsibles. Cada secuencia parece la habitación de la casa embrujada de un parque de diversiones: un personaje camina lentamente por un pasillo, todo ruido disonante o sombra tenebrosa lo altera... avanza un poco más... la música sube... la tensión aumenta... y el espectro de turno hace su aparición más espeluznante. Annabelle 3: Viene a casa repite esta operación hasta el hartazgo.

El 90% del film transcurre puertas adentro, en la casa de los Warren. Y es acá donde comienzan a priorizarse las decisiones económicas por sobre las artísticas. Una película de este estilo se vuelve barata y viable, considerando los números de las grandes producciones de Hollywood. Sobre la base de un personaje popular con seguidores fieles sumamos actores desconocidos, apenas unas apariciones de Patrick Wilson y Vera Farmiga, y rodaje en interiores... la apuesta es más que segura. Viéndolo así, comenzamos a comprender como Annabelle 3: Viene a casa resulta ser más un ejercicio económico antes que una obra creativa... al menos más de lo que muchos suponíamos.

El guión también es de la autoría de Dauberman, con la ayudita de un tal James Wan. Por ende corresponde reclamarle esa falta de profundidad de personajes cuya única razón de ser es posibilitar el susto de la escena que viene a continuación. Cada nombre que se susurra y cada objeto sobre el que se hace algún tipo de mención sirve pura y exclusivamente para activar mecánicamente la próxima puesta y el próximo susto. Lo que se construye no es tanto una historia sino una sucesión de acciones cuyo único objetivo es que el espectador salte de la butaca, pero nada más.

Dejemos algo en claro: mucha gente va a al cine a ver esta clase de películas precisamente para experimentar el susto y la adrenalina de situaciones atemorizantes desde la comodidad de su asiento, no hay nada de malo en eso. Es un entretenimiento tan válido como cualquier otro. El problema está en creer que este tipo de construcciones son las que aportan solidez al género, todo lo contrario. El susto por el susto mismo deja poco y nada si no hay una historia con personajes activos que la sostengan. Algo que este universo parece haber empezado a olvidar hace un par de películas...