Annabelle 2

Crítica de Henry Drae - Fancinema

MUÑECA BRAVA

Ya es tradición en innumerable cantidad de películas del género con relativo éxito, que se intente bucear en el origen de las historias que les dan pie para terminar, en la mayoría de los casos, matando ese delicioso misterio que rodea al enigma planteado en lugar de seguir cultivando el interés. En el caso de Annabelle, aquella criatura demoníaca que ocupaba a la muñeca en El conjuro, ya tuvo su spin-off que fue hacia atrás en el tiempo pero, como al parecer era necesario retroceder aún más, hoy tenemos esta precuela (¿debería llamarse Annabelle 0 en lugar de 2?) en la historia para presentarnos un nuevo origen.

Todo comienza cuando, a mediados de los años `40 del siglo pasado, Samuel Mullins (Anthony LaPaglia), un fabricante de muñecas artesanales, sufre una tragedia familiar y queda seriamente afectado en su casa, retirada de la ciudad, en la que tiempo después recibe a una monja y un grupo de pequeñas niñas y adolescentes pupilas que buscan ser adoptadas, en una suerte de armado de orfanato improvisado, creemos que con el objetivo de que termine llenando su vida de la gracia perdida en el incidente. Dos de las niñas recién llegadas son muy amigas (Linda y Janice) y permanecen un tanto aisladas del resto del grupo hasta que una de ellas, Janice, que tiene una leve discapacidad heredada por haber sufrido polio, descubre el escondite en el que hay una muñeca de aspecto escalofriante que no parece ser un objeto pasivo sino una entidad maligna con locomoción propia. A partir de ese momento, todos se verán afectados por su influencia de uno u otro modo.

David F. Sandberg es un director cuyo corto Lights out se viralizó con tanta masividad que logró convertirse en película de estudio major. Cuando las luces se apagan quizás no estuvo a la altura de lo que se esperaba pero para la pobreza de contenidos que hoy ofrece el género, trajo algo de aire fresco. El problema con Annabelle 2: la creación es que tampoco es una muestra de innovación sino un entretenimiento eficaz que se apoya mucho en esta manía que tiene el director de esconder más de lo que muestra. Lo cual no está mal, pero al igual que la sobre exposición, puede cansar como recurso si es utilizado en exceso.

Los momentos más escalofriantes de Annabelle 2: la creación son bastante predecibles y responden al manual del buen asustador. Detalles aterradores que suceden en segundo plano y fuera de foco, oscuridad de la que surgen sonidos no identificables y hasta homenajes a clásicos del género (como el terrible guiño a la Noche de brujas de Carpenter en uno de ellos). Por otra parte, los personajes son bastante estereotipados aunque no forzados: el padre atormentado y de pocas palabras que compone LaPaglia es sólido aunque no tenga una sola arista que sorprenda; la madre en las sombras (Miranda Otto) también es un estereotipo en sí mismo que aparece en el momento indicado para contarnos lo que no vimos pero podemos suponer; y la monja (Stephanie Sigman) resulta un contenedor endeble que no logra imponer algo de personalidad a pesar de que probablemente tenga algo que ver en el otro spin-off del “universo cinemático de El conjuro” sobre la monja de la segunda parte. Parece que Marvel instaló una nueva manera de hacer cine con “gancho” y es contagiosa, como todo lo que produce dinero con cierta garantía de base.

A pesar de eso, los momentos de tensión están logrados y son muy eficaces, aunque no sean más que eso y en ningún momento se justifique la maldad de la entidad como no sea por su carácter intrínseco. Sé que a veces nos quejamos de lo contrario y de que se explique en exceso con argumentos tan poco creíbles como innecesarios, pero cuando el mal se contiene en entidades sobrenaturales, el conocimiento de las motivaciones mejora ostensiblemente el background. Si bien lo que se explica es gracias a que fue a parar al interior de la muñeca, nunca se profundiza en el porqué del fenómeno aunque se le dé un carácter religioso, casi como en Vampiros, otra de Carpenter que sin dudas es un gran referente para el director. Podría intuirse una tercera parte con esa información, pero resultaría muy abusivo que la historia se remonte aún más hacia atrás. Por las dudas que tengan esa intención, me encantaría sugerirles a los productores desde mi humilde lugar que no hace falta subestimar tanto al espectador.

Sí cabe destacar que esta segunda entrega levanta la puntería respecto a la floja primera parte, con la que quiere conectarse de manera forzada, pero aquí tanto la dirección artística como la fotografía son notables. Sandberg es amigo de la oscuridad y sabe cómo jugar con ella, aunque le convenga cambiar un poco el repertorio para no terminar aburriendo.

Anabelle 2: La Creación no es una pieza que ayude a entender nada de lo que sucede fuera de ella aunque lo intente, pero sí suma algunos sustos para coleccionar momentos en la propia mitología de este nuevo muñeco maldito.