Anna: El peligro tiene nombre

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Luc Besson vuelve a las fuentes con "Anna: El peligro tiene nombre", una de espionaje y modelaje que parece un homenaje a su propia filmografía. Pocos europeos más hollywoodizados (¿?) que Luc Besson.
Desde sus inicios franceses en la década del ’80 se presintió que rápidamente pegaría el salto hacia la meca mundial del cine industrial. Su cine de tono ágil, videoclipero, amante de las fórmulas de género, y estilizado, pedía ser convocado por los grandes estudios.
Lo cual sucedió una década después, luego del boom de "La Femme Nikita". Desde entonces, Besson lleva poco más de dos décadas desarrollando un sistema de dirección y producción (es uno de los productores franceses más reconocidos de cine de género) con un pie en Hollywood y un pie en Europa, Francia para ser precisos.
¿Cambió el estilo desde aquel arribo a EE.UU. con "El perfecto asesino" a su última megaproducción. "Valerian"? Sí, digamos que se fue amoldando. Ahora, a más de treinta años de su primera película ("Subway"), y más de veinte de su arribo a Hollywood, Besson parece querer homenajearse a sí mismo con el estreno de "Anna: El peligro" tiene nombre, una producción con elenco de Hollywood, aire europeo industrial, y mucho del cine de su icónico director.
Aquel film ("La Femme...") con Anne Parrillaud mostraba a una marginal regenerada como una refinada asesina a sueldo empleada por una peligrosa agencia, que se revelaba a los suyos, y terminaba vengándose por haberle arruinado su vida durante el entrenamiento.
Bueno, "Anna: El peligro tiene nombre", es casi un remake de eso. Con varios cambios, cuenta la misma premisa; y para más regodeo Bessoniano, de protagonista puso a una émula de su musa (y ex pareja) más famosa Milla Jovovich.
Ambientada a inicios de la década del ’90 – años de Nikita – Anna (la modelo Sasha Luss que debutó en el cine con Valerian) vende mamushkas en una feria en Rusia. Pronto capta la atención de un scouter que le propone trabajar como modelo. De un día para el otro (y de un efecto de montaje) la vida de Anna cambia radicalmente, realiza una carrera meteórica a partir de platinarle su cabello, convirtiéndola en una top model sin mucho esfuerzo.
Pero claro, pronto se revela que hay gato encerrado, Anna es algo más, es una asesina a sueldo de la KGB, y hay una agencia británica y la CIA dispuesta a cazarla. A partir de entonces, se desarrolla un juego de espionaje con muchas aristas, cambios, manipulaciones (entre los personajes, y al espectador), y algo fundamental, idas y venidas en el tiempo.
Besson, que también firmó el guion, en realidad creó una historia de espionaje básica. Si bien hay muchos giros y vueltas todos son bastante típicos, y se ven venir desde lejos. Pero engaña al espectador haciéndole creer que está frente a algo complejo gracias a un juego temporal con un uso del montaje entrecortado.
La historia va y viene en el tiempo, abusa de los flashbacks, de la flexión de la línea temporal, a veces poniendo una placa para ubicarnos, a veces no. Aunque siempre se entienda en que momento de la historia estamos, este recurso cansa rápidamente, y no permite que el asunto avance con la fluidez necesaria.
Comienza, y a los cinco minutos avanza tres años, al poco tiempo retrocede cinco, luego avanza tres, para luego ir dos meses atrás, y luego ir otros seis meses atrás, y luego avanzar cinco años más, y… en fin, digamos que es una película inquieta, o que parece el live action del juego de mesa "Serpientes y escaleras".
Como si esto no fuese suficiente, varios flashbacks son repetidos, y hasta hay unos recuerdos de la niñez de Anna que no aportan nada.
¿Por qué recurre en flashbacks a escenas que ya vimos? Porque Besson comete el peor de los pecados de un cineasta, subestimar a su público. Convencido de haber creado algo complejo, piensa que el espectador puede no entenderla, por lo cual le recuerda escenas, y trata de explicar y sobre explicar todo, con diálogos expositivos, con indicaciones, con subrayados, con clichés, todo lo que tenga a mano.
Con este juego maniqueo de idas y vueltas y explicaciones innecesarias, se alcanzan unas extremas dos horas que se sienten. Con media hora menos, como mínimo, "Anna: El peligro tiene nombre", hubiese ganado en agilidad y timing.
Besson apuesta más al diálogo y a las vueltas que a la acción. No hay muchas escenas de acción. Eso sí, cuando las hay se agradece su tono correctísimo, no son las piruetas acrobáticas videocliperas de "Atomic Blonde" o "John Wick", es cine de género clásico, coreografiado, pero comprensible.
Esto último nos hace arribar a un punto fundamental. Si Anna: El peligro tiene nombre no se derrumba frente a los evidentes problemas que tiene, es porque lo que hace bien, lo hace muy bien.
Estéricamente es clásica y seductora (aunque su ambientación de los ’90 es genérica y pareciera más de mediados, que de inicios de los ’90); la banda sonora es un lujo; las escenas de acción, como dijimos, si bien son pocas, están muy bien; y Besson vuelve a sacar chapa de ser un buen director de actores y lograr buena química en el elenco.
Sasha Luss no es una gran actriz, Anne Parrillaud tampoco lo era, Milla Jovovich menos, pero les sabe encontrar el punto para que rindan, para que esas mujeres que se disfrazan de femme fatale y esconden figuras frágiles, sean creíbles. A Luss la acompaña un elenco sólido, Luke Evans y Cillian Murphy son los polos opuestos que se disputan a Anna, el agente ruso y el británico; entre los tres crean un trío con química, y se los nota divertidos en lo que hicieron.
Pero quien más se divierte, quien realmente la pasa bomba, es esa todo terreno llamada Helen Mirren, como una líder de la KGB muy caricaturesca, que desarrollará una relación muy particular con Anna. Mirren está perfecta en su actuación, es divertida y talentosa, y es por lejos, lo mejor que tiene la película.
Hay algunos apuntes de feminismo, que se chocan con el clásico sexismo de la historia en el que una mujer es usada como arma por su belleza, y va a hacer uso fálico de mucha artillería.
Por último, si nos detenemos a analizar su historia y sus vueltas, no, no todo cierra, quizás por eso Besson prefirió confundirnos, para ocultar alguna incongruencia. "Anna: El peligro" tiene nombre intenta traer al Besson de "La Femme Nikita", a la Milla Jovovich de "El quinto elemento", y hasta calca alguna escena de "El perfecto asesino".
Pero por más que se autohomenajeé, el tiempo no le pasó en vano; y esta versión del realizador es más tramposa y mañera que aquella que sabía cómo manejarse bien en las aguas transcontinentales.
Esta cinta termina cumpliendo su misión, no decepciona, pero en el camino trastabilla más de lo debido, y se pone en riesgo más de lo necesario. Con más de treinta años de profesión, Luc Besson ya debería saber que, a veces, recurrir hacia lo simple, puede ser una apuesta ganadora.