Animales nocturnos

Crítica de Enrique D. Fernández - A Sala Llena

Desarma y sangra

En Animales Nocturnos (Nocturnal Animales, 2016), las ambiciones esteticistas de Tom Ford (un reconocido vestuarista devenido en cineasta) se fortalecen mediante un melodrama apasionado sobre el vaciamiento de las relaciones, y la metamorfosis individualista del ciudadano condicionado por el alineamiento. Combinando tecnicismos pintorescos, y registrando una majestuosa personificación de sus intérpretes, Ford demostraba con Solo un Hombre (A Single Man, 2009), su primera producción mainstream, sus inquietudes ideológicas (aunque la película se situaba durante los sesenta, intentaba reflejarnos la insatisfacción de los individuos en la actualidad).

La historia de Animales Nocturnos está basada en la novela Tres Noches, del fallecido escritor Austin Wright, y la misma desenvuelve dos situaciones en paralelo. La primera encuentra a Susan Morrow (Amy Adams), una galerista depresiva y con un matrimonio descontento, quien recibe una novela dedicada a ella y firmada por su ex esposo Edward Sheffield (Jake Gyllenhaal). La segunda desarrolla el relato de la ficción en cuestión, donde Tony Hastings, un padre de familia también interpretado por Gyllenhaal, es interceptado en medio de una ruta al sur de Texas por tres hombres que violan y asesinan a su esposa e hija.

Ford nuevamente considera la ciudad de Los Ángeles como el epicentro para resplandecer su arquitectura de fotogramas sofisticados, donde el personaje de Adams se encuentra atravesando flashbacks para descomprimir las frivolidades que la convirtieron en una empresaria conservadora; mientras que Texas es el escenario donde intervienen las instancias cargadas de violencia, funcionando como metáforas del Gyllenhaal que en la realidad transforma sus frustraciones profesionales en malestares que prevalecen para perpetuarlo emocionalmente.

Las decisiones narrativas del realizador incorporan referencias que transmiten el neo-noir moldeado por David Lynch, las tonalidades queer del Todd Haynes que intentan emular a Douglas Sirk, e incluso las secuencias agridulces de los hermanos Coen. Estas relecturas propuestas durante el desarrollo concentran distintas impresiones para transitarnos por la estructura narrativa dominante, representada por las actuaciones impactantes de Adams y Gyllenhaal, además de los secundarios Michael Shannon y Aaron Taylor-Johnson.

En Animales Nocturnos descubrimos a un Ford que consigue evolucionar en diferentes aspectos como director, desde la prolijidad argumentativa para comunicarnos los entramados compuestos por Wright (los pasajes no confunden al espectador y lo conducen intrigado a cada momento), pasando por las modalidades intercaladas (un drama que manifiesta discursos y un thriller que vislumbra sensaciones), hasta la manera en que acompaña a sus personajes durante toda la película. Desde la secuencia de apertura hasta su desenlace, Animales Nocturnos se comporta como un testimonio salvaje sobre el machismo y la impotencia.