Animales fantásticos y dónde encontrarlos

Crítica de Ignacio Andrés Amarillo - El Litoral

Antiguos nuevos héroes

Ya para las dos partes en que se adaptó al cine “Harry Potter y las reliquias de la muerte”, Joanne Kathleen Rowling cambió su relación con el mundo cinematográfico, involucrándose como productora (ahora puede agregar las siglas de la Producers Guild of America a su nombre). De sólo relacionarse a través de la escritura (dijo más de una vez que la saga audiovisual del joven mago no interfirió en su escritura, salvo cuando incorporó en su cabeza la imagen de Evanna Lynch como Luna Lovegood) ahora, más suelta de cuerpo al encarar otra faceta de su mundo mágico, se animó a escribir el guión de “Animales fantásticos y dónde encontrarlos”, inspirada en un libro suyo del mismo nombre.
Decimos inspirada porque en el mundo potteriano ese título corresponde a una obra enciclopédica escrita por el magizoólogo Newt Scamander, y la cinta es la primera de una (supuesta) pentalogía que narra las aventuras del investigador mientras lo elaboraba. Ambientada en 1926, no sólo es un viaje hacia el pasado del mundo mágico, sino que lateralmente acompaña la saga generacional propuesta por la autora británica: los que pasaron de niños a adolescentes a la par que Harry, Ron y Hermione, acá entran al mundo adulto con los nuevos héroes.
A la americana
Equipo que por supuesto está encabezado por el propio Scamander, extraño personaje con mucho de nerd: tengamos en cuenta que es científico y mago al mismo tiempo, todo un quebradero de cabeza. El buen Newt ama a las criaturas fantásticas y las estudia para poder explicárselas a su comunidad, aunque su andar antisistémico le ha valido una expulsión de Hogwarts (aunque tiene el apoyo de Albus Dumbledore para seguir investigando).
Llegado a Nueva York por motivos relacionados a su trabajo, involucra sin querer a un muggle (Jacob Kowalski), que por un equívoco de comedia de enredos termina liberando algunas criaturas. Los disturbios ocasionados se mezclan con otros de una índole más ominosa, así que el magizoólogo caerá en la volteada, involucrándose con Porpentina “Tina” Goldstein, una auror suspendida en funciones al servicio del Macusa (Magical Congress of the United States of America).
Porque claro, en los prosaicos Estados Unidos, no hay Ministerio de la Magia, sino una cámara legislativa y una presidente afroamericana (Seraphina Picquery); una maga puede ser judía (Goldstein), y los aurores lucir como los Intocables de Elliot Ness; y llamar no-majs (no-magos) a los muggles. En plena época de la Prohibición (como se llama todavía en Estados Unidos a la Ley Seca), las criaturas mágicas se reúnen en sus propios speakeasy, diríase que más saludables que los que funcionaron en el mundo terrenal; y la brujería es perseguida por los Segundos Salemers, proyecto de grupo persecutorio puritano heredero de los que quemaban brujas. En síntesis: parece que Rowling ha entendido bastante de qué se trata eso que llamamos Estados Unidos.
Paralelamente, ya de entrada se nos cuenta con una secuencia de recortes periodísticos (ingeniosa idea para meterle información en la cabeza al espectador a alta velocidad) de las tropelías de Gellert Grindelwald, una especie de Magneto de esta franquicia: alguien que está harto de esconderse, y quiere desatar una guerra. ¿Qué tiene que ver esto con lo que veníamos contando? La mejor forma de averiguarlo es ir a ver la cinta (sí, ya sabemos que es una proyección digital pero permítanos, amigo lector, conservar la palabra para mayor riqueza del lenguaje). Lo que sí diremos es que el buenazo de Newt y la espabilada Tina, acompañados por el simpático Jacob y Queenie, la graciosa hermana legilimens (lectora de mentes) de Tina, tendrán que armar equipo cuando les tiren de todos lados.
Entre dos mundos
Desde el punto de vista visual, David Yates (el que llevó la mayor y más consistente parte de la saga de Harry) da un volantazo: más que un contrapunto entre el mundo muggle y el mágico, aquí apuesta al segundo insertado en el primero, con persecuciones por la Nueva York de los años ‘20: quizás porque ese mundo es para el espectador tan fantástico, y tan construido por el cine, como la Escuela Hogwarts. Stuart Craig y James Hambidge, como diseñadores de producción, tienen la tarea de liderar a los responsables estéticos para esta reconstrucción de época con el agregado hechiceril; entre las cabezas visuales destaca la de la mítica vestuarista Colleen Atwood, que a lo mejor aquí no tiene ninguna creación grandilocuente, pero juega con la paleta para que uno los identifique en un afiche a una cuadra (el abrigo azul sobre marrón de Newt, el gris de Tina, el abrigo claro de Queenie, el cuero en los sobretodos de los aurores, el negro en la ropa de Credence, entre otros).
De yapa, está la música de James Newton Howard, que agrega orquestaciones abiertas y climas de aventura.
Rostros
A la hora de pensar en un elenco, Yates combina sorpresas con confirmaciones. La elección del ascendente Eddie Redmayne como Newt resulta precisa: el coloradito recicla en otra clave varios de los tics que explotó en “La chica danesa”: las sonrisas incómodas y el modo especial en que esquiva el contacto visual son parte de la clave de este héroe parte tímido, parte pelmazo y parte entrañable. De igual modo, recurrir a Ezra Miller como el joven Credence Barebone (clave en la historia) es un buen as en la manga: después de “Tenemos que hablar de Kevin” y “Las ventajas de ser invisible”, es número puesto para jovencito problemático, y da cosita.
En otro extremo, sorprende ver a Katherine Waterston en la piel de la voluntariosa y recatada Tina, si la recordamos como la hipersensual Shasta Fay de “Puro vicio” (Rowling podría jugar un torneo de nombres contra Thomas Pynchon: Nymphadora Tonks, Bellatrix Lestrange y Luna Lovegood contra Shasta Fay Hepworth, Petunia Leeway y Japonica Fenway). Es que el papel de “rubia de New York”, de “boquita pintada”, es para la cantante Alison Sudol, que le pone onda a su Queenie.
Dan Fogler usa todas sus dotes de comediante para animar a su Kowalski, el “rol bufo” de la trama, con solvencia. El resto acompaña: Colin Farrell pone facha y gravedad al agente Graves, el mismo que esconde un secreto. Carmen Ejogo es una Picquery imperativa, Samantha Morton hace de taquito a Mary Lou, la temible líder de los Segundos Salemers, Ron Perlman se divierte como el taimado Gnarlack, puesto más fulero que al natural gracias a los efectos. Hay una aparición del mítico Jon Voight como para engalanar la cosa, y dos cameos de personajes que serán claves en el futuro... Sólo diremos que Yates ya trabajó con uno de los fetiches de Tim Burton (Helena Bonham Carter) y ahora con el otro.
La cosa va por el lado de Grindelwald: sabemos cómo terminó, y cómo su vida se relacionó con las de Dumbledore y Voldemort (ahora lo podemos nombrar sin miedo). Lo que resta es descubrir el camino que cruce el siglo XX en el reverso de nuestro poco fantástico mundo: el viaje no ha hecho más que comenzar.