Animales Fantásticos: Los Secretos de Dumbledore

Crítica de Jesús Rubio - La Voz del Interior

Hasta ahora, las tres entregas de Animales fantásticos, dirigidas por David Yates y escritas por J. K. Rowling, mantienen un alto nivel de espectáculo. La primera es mejor que la segunda y esta es un poco mejor que la tercera. Sin embargo, el resultado general de esta tercera parte, Animales fantásticos: los secretos de Dumbledore, es tan satisfactorio como el de las anteriores, sobre todo para los fanáticos del mundo creado por la autora de Harry Potter.

El ritmo sigue siendo arrollador, las escenas en las que entran en juego los efectos especiales son un prodigio de cine de aventuras, las actuaciones y los personajes rinden en la historia, y la saga continúa sus pasos firmes por las décadas anteriores al surgimiento del joven mago de Hogwarts, a modo de precuela expansiva del mundo mágico.

La dirección de Yates está atenta a los mandatos del universo de Rowling y entrega una tercera parte cargada de momentos emotivos, aventuras peligrosas, nuevos animales estrafalarios (como el qilin) y enfrentamientos inesperados, en un contexto de entreguerras que se puede leer como un paralelismo de la historia del siglo 20, en el que es muy fácil ver al mago oscuro interpretado por Mads Mikkelsen como una suerte de Hitler hechicero.

Si bien las actuaciones son correctas, hay algunos personajes que necesitan más convicción para funcionar mejor en la trama. Por ejemplo, reemplazar a Johnny Depp por Mikkelsen en el papel de Gellert Grindelwald es un cambio riesgoso, ya que la identificación de Depp con el personaje es muy fuerte. Además, a la interpretación de Mikkelsen le falta el pulso malvado que tenía la de Depp.

En cuanto a Albus Dumbledore (Jude Law), personaje central de esta entrega, hay que decir que devela los secretos que se intuían en la segunda. Era sabido que el pacto de sangre que hizo con Grindelwald tenía que ver con la intimidad de ambos. Pero el secreto mejor guardado de Dumbledore resulta tan forzado como oportunista, y este es uno de los puntos débiles de la película, ya que la corrección política parece estar más para tranquilizar la conciencia culposa de Rowling que para satisfacer una necesidad del guion.

La película también flaquea cuando quiere hacer de Dumbledore un personaje excesivamente bueno, que nunca ataca, ni agrede, ni hace daño, sino que se defiende, se protege y hace el bien, aunque el enfrentamiento final muestre lo contrario. Y sus otros personajes principales, como el magizoólogo Newt Scamander (Eddie Redmayne) y Jacob Kowalski (Dan Fogler), entregan más de lo mismo. Ya sabemos que Jacob es el simpático panadero muggle que hace gracia con sus intervenciones (características que ya no producen el mismo efecto). Lo mismo con los titubeos tímidos de Newt, quien aquí también se pasa toda una película intentando declararle su amor a Tina (Katherine Waterston).

Por lo demás, Animales fantásticos: los secretos de Dumbledore cumple con los amantes de la literatura de Rowling y con las exigencias del cine mainstream de género, que sabe que no tiene que fallar en su obligación de entretener.

Yates y Rowling demuestran que, a pesar de algunos cambios importantes, la saga funciona gracias al atractivo de sus bestias fantásticas (que se ganan la atención cada vez que aparecen), al encanto de sus personajes y a las posibilidades que da ese mundo lleno de historias extraordinarias.