Animal

Crítica de Marcos Guillén - Cuatro Bastardos

Animal: Los abismos de Antonio Decoud.

“No te atrevas a amenazar a una persona que no tiene nada más que perder.“

Susan Elizabeth Phillips

Nicolás Giacobone y Armando Bo II entienden que arriesgan y pisan terreno pantanoso cuando proponen la desesperación de un desahuciado como disparador de un film que utilizara cierto tipo de humor para narrarlo. Un riesgo que sin embargo propone una interesante mirada sobre el comportamiento del ser humano en circunstancias limites. Antonio Decoud tiene la vida resuelta, tanto material como afectivamente; un trabajo en el que es gerente, un hogar de clase media acomodada, una esposa que lo consciente y tres hijos, dos de ellos adolescentes, que de alguna manera terminan de cerrar una ecuación casi perfecta. Hasta que una falla renal que lo obliga a un trasplante de riñones, lo pone en una situación limite. Más aun cuando su hijo decide que no será el donante.
La desesperación por obtener ese órgano es lo que desencadena ese aborrecible viaje que realiza hacia las sombras que todos portamos y que solo emergen cuando ya no hay nada que perder. Porque decide comprarlo, obtenerlo por medios ilícitos. El elegido es un buscavidas, un pibe del montón que será capaz de donarlo a cambio de una casa. Más allá de acabado aspecto técnico es en el guion en que el film logra una descarnada moraleja, en que los extremos llegan a tocarse a fuerza de una inverosimilitud que el elenco concreta con idoneidad, logrando que este sainete grotesco sacuda al espectador. Se menciona la comedia, pero la misma se ejecuta con tan socarrona postura que no logra la carcajada espontanea, más una culposa media sonrisa, como si el hacerlo liberara al espectador. Los opuestos entre el personaje de Guillermo Francella y Federico Salles, el donante Elías, son los que realizan el periplo más interesante en cuanto a desarrollo; porque es interesante de ver el descenso a las sombras que hace el primero y como lo recibe el otro, quien nada cómodamente en ellas. La facilidad, lo inmediato, frente a quien ha trabajado para lograr medrar en la vida, que a su vez es el que más se enrosca en las sombras.
Otra de las particularidades del guion y lo que hace que realmente valga la pena su visionado es la postura, bastante cínica, que propone frente a las acciones de alguien que posee los medios; ¿Por qué no puedo comprarlo… – se pregunta Antonio – Si tengo la plata que gané legalmente? Desde su lugar enumera sus méritos como si ellos fueran suficiente chapa para hacer lo que necesite o desee. Mientras que Elías solo aprovecha la oportunidad que se le presenta, que con facilidad le dará lo que desea sin esfuerzo aparente. Enroscado, malicioso y en ciertos pasajes provocador, ralentizada por momentos por esa poca profundización de los personajes satélites de ambos, como el ejecutado por Carla Peterson o su el de su hijo, que se negó a colaborar en un principio.
Guillermo Francella ejecuta con maestría ese burgués gentil que enmascara la ruindad misma, pero son Mercedes De Santis y Federico Salles quienes lucen unos personajes mucho mejor expuestos, porque el progreso de ellos no deviene en rupturas, más bien en expansión. En la ejecución del tercer acto, es cuando el director muestra la carta, descubre para el espectador esta rocambolesca y oscura comedia, proponiendo una escalada casi neurótica de las situaciones, llevándola al borde un precipicio que los actores lograr frenan con pulso, nada mejor que un comediante haciendo su gracia desde el lugar más patético y dramático. Técnicamente impecable en su factura, como comentábamos, es una odisea lograda y una propuesta cinéfila interesante que utiliza todo a su alrededor para solidificarse. Las cosas que se hace por sobrevivir, la desesperación como motor y la desidia como combustible, contradictorio, sí, es eso lo que hace que esta historia valga la pena.