Ánima Buenos Aires

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Buenos Aires dibujada por artistas notables

Hace ya varios años que Caloi, nacido Carlos Loiseau, y su imprescindible mano derecha María Verónica Ramírez, creadores del estimulante «Caloi en su tinta», luchaban por concretar esta película: una reunión de diversos artistas del dibujo, en sucesivos cuadros porteños, cada uno con su estilo y su mirada. Nada fue fácil, pero por suerte todo fue bien inspirado y está bien logrado. El alma de Buenos Aires está presente, al menos en varias de sus facetas, y tiene una animación ejemplar, gozosamente hecha entre amigos.

Así, con música original de Fernando Kabusacki, Gustavo Mozzi, Rodolfo Mederos, temas de Angel Villoldo, Julio De Caro, etc. y una murga con arreglo orquestal de marchinha, se alternan dos historias ácidas y dos que parecen dulces. Lo hacen enlazadas por una pareja de tango que baila «El esquinazo» por las paredes, según ingeniosa idea de animación con stencil a cargo de Pablo Zaramella y Mario Rulloni, muy indicada para ir dejando las marcas.

Primera historia, «Meado por los perros», animación con maquetas y recortes de los hermanos Pablo y Florencia Faivre, elogio y elegía del carnicero de barrio, verdadero artista del corte vacuno y la elegante indiferencia porteña frente a la competencia desleal, la voluble clientela y el filisteísmo de los medios. Artistas también los Faivre. Segunda, «Claustropolis», vertiginoso encuentro de un niño de su casa con el color y con el amor (a una niña libre, a la ciudad que gracias a ella va perdiendo el gris), que también es un canto de amor a Buenos Aires hecho desde el estudio rosarino de Pablo Rodríguez Jáuregui y su equipo (Maus Leonard, Max Cachimba, Silvia Lenardón, Flor Balestra), tan delicioso que sin ningún complejo podría hacer juego con el capítulo que Eric Goldberg dedicó a Nueva York en «Fantasía 2000».

Tercero, el único relato con palabras, «Bu-Bu», del excepcionalmente imaginativo Carlos Nine, animado por su hijo Lucas (con Juan Sáenz Valiente, Vladimiro Merino y amigos) en puro blanco y negro típico de historia policial negra de los 50, de trasfondo idóneamente negro, narrado por el Negro Fontova en el personaje de un malandra agonizante, con el fondo de unos tangazos memorables (pequeña aclaración, Bu-Bu no es el malevo, ni tampoco es la desabrigada señorita de Montparnasse del mismo nombre, pero igual pierde fácilmente su envoltorio para alegría de la muchachada).

Y cuarto, otra delicia, «Mi Buenos herido», acuarela de Caloi y Ramírez, con una manito de Pedro Blumenbaum y Osmar Maderna (el bellísimo «Concierto en la luna»). Surge de su libro de dibujos «Mi Buenos Aires querido» una tardecita en un bar de los que ya no quedan, con el patrón, los músicos, los parroquianos, el cliente que arrastra un corazón herido, y la morocha argentina que todos adoran, lo que se dice una suma preciosa de figuras gratamente evocativas, vistas con humor poético, cariñoso, disparatado. Ah, también hay un perro. Muy animoso el pichicho. Culpa suya la película es para mayores de 13.

En resumen, un contínuo placer, digno de verse en pantalla grande. Y para memoriosos, un pequeño antecedente: el corto «Buenos Aires en camiseta», de Martín Schor, 1966, con dibujos que el maestro Calé publicaba en «Rico Tipo». Después habría que ponerlo en el bonus.