Ánima Buenos Aires

Crítica de Miguel Frías - Clarín

Animación artística

Distintos talentos se combinan en estos cuatro cortometrajes.

Anima Buenos Aires , opera prima de la artista plástica María Verónica Ramírez, es visualmente exquisita: un torbellino de creatividad, lirismo y fantasía animada que envuelve -sin necesitar del 3D- al espectador. Nada raro: basta con repasar los nombres de los artistas de primer nivel que participaron en esta realización: Nine, Caloi, Pablo Zaramella son apenas algunos de los creadores que despliegan, en este filme animado de autor, incesantes ideas y técnicas.

La película está dividida en cuatro historias cuyo elemento común -al margen del talento, la imaginación y el humor- es la porteñidad.

Hay, también, un hilo conector: una pareja de bailarines de tango -stencil animado por Zaramella y Mario Rulloni- que se desliza en coreografías por las paredes de Buenos Aires. Allí se cruzará, e intercambiará guiños, con íconos como Gardel, Maradona, Perón y el Che.

Con una banda sonora -a cargo de Rodolfo Mederos, Gustavo Mozzi y Fernando Kabusacki- en la que predomina el tango, el filme recorre enorme cantidad de símbolos ciudadanos. Tantos, que por momentos bordea el producto “for export”. Los gags, de ingenio extremo, se suceden sin pausa, de a ratos imponiéndose por sobre el fondo de lo que se cuenta. Los cuatro cortos invitan a ser disfrutados de sensorial, sin fijar la atención en lo meramente narrativo.

La primera de las historias, Meado por los perros , de Pablo y Florencia Faivre, se centra en un carnicero de barrio que pierde su clientela por la instalación de un hipermercado extranjero. Con humor, nostalgia y secuencias cárnico-oníricas, y el cruce permanente de dos versiones de Buenos Aires, cierra con una moraleja un tanto previsible.

Claustrópolis , de Pablo Rodríguez Jáuregui, hace eje en un chico que vive encerrado y, desde las alturas, observa a una chica que pinta murales con aerosoles. Con una estética por momentos psicodélica, es la más moderna de las historias y la que más sobrevuela la arquitectura del centro porteño.

Bu Bu , de Carlos Nine, es la de estética más sofisticada y la más cercana a la narrativa del cómic. Con la voz en off de Horacio Fontova, que encarna al protagonista, un hombre que recorre su pasado mientras está muriendo, tiene mucho de filme (historieta) noir. Sus imágenes –de una trama policial- son siempre en blanco y negro. Los dibujos de Nine alcanzan el nivel (disculpas por la obviedad) de joyas artísticas.

Mi Buenos Aires herido , génesis del proyecto, atrapa con la impronta humorística de Caloi, con la sensualidad de la morocha argentina -objeto de deseo o motivo de pesadumbre- y un alto nivel de imaginación. Este segmento, como el anterior, homenajea a Osmar Maderna y muestra un mundo en extinción: el del antiguo cafetín, los guapos, los billares. Un notable cierre para un filme que demuestra que la mejor animación no es sólo extranjera.