Anida y el circo flotante

Crítica de Matias Seoane - Alta Peli

Circo arrabalero.

En una época indefinida, que bien podrían ser los comienzos del siglo XX, una misteriosa embarcación, grande como una isla, aparece en las costas del sur de la ciudad. Sobre ella llega un circo poblado de extraños personajes, guiados por una tiránica directora que no tolera los fallos en los actos.

Antes de que puedan prepararse para dejar entrar al público, rescatan del río a un joven que se está ahogando y a quien por su indumentaria consideran un mago, justo lo que al circo le está faltando. El tímido hombre se deja llevar y antes de darse cuenta lo instalan en el carro del antiguo mago, poniéndolo a preparar un show. No parece saber nada de magia, pero como se enamora a primera vista de Anida, la joven que lee el futuro, mantiene el personaje para tener alguna chance de acercarse a ella.

Como en muchos cuentos clásicos, la inesperada llegada del héroe saca de balance el delicado equilibrio opresivo en que vive el circo bajo el poder de la amargada directora, y una simple historia de romance se convierte en rebelión.

Cuadros y Música:
Anida y el Circo Flotante tiene un poco de historia de amor, algo de musical y mucho de cuento de hadas, con una historia sencilla pero carismática que no se desvía de su centro ni pierde tiempo con tramas secundarias. Curiosamente, aunque el relato tiene la claridad esperada de algo apuntado a un público infantil, la propuesta artística evita muchos de los lugares comunes del cine de animación promedio: es más fácil relacionarla con algunos ejemplos de animación más adulta que con la mayoría de las películas infantiles del género. No hay búsqueda de realismo en tres dimensiones, colores brillantes que encandilen, bombardeo de chistes ni música de moda; la arriesgada apuesta de Liliana Romero (Martín Fierro: la película, Cuentos de la selva) apuesta por una animación que alude a lo artesanal, con más corazón que pirotecnia, y componiendo cuadros visualmente poéticos que hablan tanto como los diálogos de los personajes.

Toda esa atmósfera porteño-parisina que construye desde lo visual, se completa con una banda sonora que se esfuerza por tener identidad propia gracias a una mezcla de sonidos de vals y tango, algo muy alejado de ser común en este tipo de propuestas. Aunque las letras de las canciones no están dentro de lo más logrado y un par de veces parecen entrar en la métrica con calzador, la música tiene el mismo poder mágico que dentro de la trama y trabaja en buena sintonía con la animación en sus momentos más poéticos.

Con buen tino, Anida y el Circo Flotante se apoya mucho en estos aspectos para narrar y hace un uso contenido de los diálogos, pero es justamente allí donde queda el punto más flojo de toda la propuesta junto con un doblaje que suele desentonar y quebrar climas, especialmente en los personajes secundarios, quienes están al borde de resultar demasiado chatos y las voces no ayudan a remediarlo. De todas formas, sigue teniendo suficientes méritos como para considerarse un buen referente de la animación independiente argentina.

Conclusión:
Anida y el Circo Flotante es una poco común propuesta de animación infantil, apuesta a construir un clima interesante desde lo visual y sonoro para contar una simple historia de amor.