Aníbal. Justo una muerte

Crítica de Juan Pablo Russo - EscribiendoCine

Morir un poco para nacer mejor

Aníbal. Justo una muerte (2017) trae del olvido la figura de Aníbal Disanti, un humilde ex boxeador devenido en buscavidas, desconocido para la gran mayoría, que peleó entre otros con Gatica, pero cuya carrera quedó trunca luego de una pelea en la que muere su contrincante, Mario Storti.

La historia de Anibal Disanti tiene todos los ingredientes para una película. Apenas un adolescente, y como sucedió con Eva Duarte o tantos otros, llega en tren a Buenos Aires en busca de un futuro mejor. Trabaja de lavacopas mientras entrena boxeo hasta que la suerte golpea su puerta y debe enfrentarse con “El mono” Gatica. Pierde, pero su carrera avizora un futuro prometedor. Es entonces cuando el destino le juega una mala pasada. Luego de una terrible pelea con Storti, este muere de una contusión cerebral y todo se desmorona. A partir de ese hecho traumático Disanti deja el box y su vida toma otros rumbos en una reinvención constante.

Meko-Pura trabaja la historia a partir del clásico formato documental donde el protagonista relata cómo fueron ocurriendo los hechos y de cómo su vida dio un giro de 360 grados desde ese momento trágico. La muerte (real y metafórica) es el elemento sobre el que bucea un relato que busca rescatar la figura de un personaje olvidado en la historia pugilística nacional. Un hombre único cuyas características nada tienen que ver con el compartamiento que identifica a los boxeadores de antaño.

Recurriendo a material de archivo, reconstrucciones ficcionales y testimonios de aquellos que de alguna u otra manera tienen o tuvieron relación con el protagonista, Aníbal. Justo una muerte es una historia de vida y superación personal que comienza a partir de una muerte pero que no termina con ella. “Nací cuando murió un boxeador”, dice Disanti ni bien inicia el relato. Una frase cargada de simbolismos y significantes.