Angry Birds 2

Crítica de Isabel Croce - La Prensa

Reaparecen en pantalla los célebres pájaros isleños que provocaron el entusiasmo universal de los más chicos, luego de su irrupción como videojuego hace no más de diez años. Surgidos de la Universidad Tecnológica de Helsinki en 2003, tres estudiantes finlandeses iniciaron este fenómeno, valorado hace menos de tres años en 1.000 millones de dólares y que ahora se conoce como la franquicia de los Angry Birds.

Red, el pájaro malhumorado de la primera parte de la serie, sigue teniendo pocas pulgas y las cejas pobladas. Está considerado como héroe por su victoria contra los cerdos invasores que se comían los huevos de la Isla de los Pájaros. Su amigo Chuck siempre lo acompaña (es amarillo y sería un canario), mientras que Bomb, otro pájaro (pero negro), integra con ellos una pequeña pandilla. La novedad en la historia es que los cerdos tratan de aliarse con sus ex enemigos porque sufren ataques con extrañas bombas de hielo llegadas de una tercera isla. El caso es que se desencadena una guerra contra otros pajarracos (suerte de águilas) de la isla enemiga que quieren apropiarse de las dos islas con sus habitantes.

Entre pequeñas artimañas de infiltración (un poco tontas la mayoría, sólo la del baño destaca), espionajes varios y la ayuda de los cerdos, que tienen cierta habilidad tecnológica, se desarrolla la historia. Paralelamente, hay otros polluelos (deliciosos) que andan por el agua, entre las islas, tratando de rescatar a sus hermanos no nacidos aún (unos rozagantes huevos).

EMPODERADAS
En síntesis, nada nuevo, un poco denso y largo todo, con muchas alusiones a ritmos de moda o géneros exitosos como los de los superhéroes o los de James Bond, con algo de rap y break dance. A diferencia de la primera de la serie, tan clara en su narrativa y organizada en su desarrollo, ésta opta por lo caótico, la evocación y hasta el tema del empoderamiento femenino con Silver (una dulce patita) y una desagradable Zeta al frente de la Isla del Hielo y de los atacantes.
Los pajarracos, y los pajaritos especialmente, siguen atrayendo a los más chicos y el mensaje de integración y solidaridad es válido. Aunque la reivindicación feminista hace agua con una Zeta desmelenada, que pareciera haber armado todo solamente para compensar una desilusión amorosa.