Analizando a Philip

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

DEMASIADO EGO

Con un ojo en la puesta en escena asfixiante y plagada de primeros planos de John Cassavetes y con otro en el abordaje de cierta neurosis intelectual del primer Woody Allen (especialmente el de Annie Hall y Manhattan), el nuevo niño mimado del indie norteamericano Alex Ross Perry impone desde los primeros fotogramas de Analizando a Philip una declaración de principios que es a la vez una suerte de prisión para su película: personajes de una misantropía extrema, una cámara exageradamente nerviosa, una voz en off (Eric Bogosian) morosa y con intenciones didácticas, un trabajo con la imagen que busca vincularse con el cine independiente norteamericano de los 70’s. Es decir, si el espectador no logra relacionarse emocionalmente con Analizando a Philip en los primeros minutos, raramente lo pueda hacer luego. El film no sólo profundizará en sus apuestas, sino que además ingresará en algunas lagunas narrativas que exhiben demasiado la preocupación del director por parecer, antes que por ser. Lo que en Cassavetes o Allen era genuino, aquí resulta pura emulación.

Tal vez la arrogancia en el tono se corresponda con el personaje principal, el pedante escritor Philip Lewis Friedman, a quien Jason Schwartzman le presta su habitual talento para este tipo de personajes entre intelectuales, snobs y repudiables. Friedman publicó una exitosa primera novela y ahora se enfrenta al vacío de su segunda obra, a la vez que se cruzan los sentimientos en la insatisfacción que le provocan sus sucesivas relaciones amorosas. Lo que le permite el clic, no sólo a Philip sino también a la película, es el acercamiento de un escritor consagrado (aunque algo improductivo desde hace años), Ike Zimmerman (un notable Jonathan Pryce), quien lo toma como una suerte de protegido y se lo lleva a vivir a su casa de campo. Lo que surge a partir de ese encuentro es una suerte de reflejo en doble circulación: por un lado Ike se ve en el joven Philip, y por el otro Philip se ve en el viejo Ike. Lo curioso (y se agradece) es que el director no elige, a partir de esta situación, la posibilidad del viaje introspectivo sanador, sino que cada personaje se hunde cada vez más en su misantropía y sus particulares modos para hacerle daño a los demás. Y esto es curioso en el film de Perry: si bien los personajes pueden tener repetidamente actitudes cuestionables, hay en su acercamiento no un cariño pero sí al menos una comprensión o un dejo de honestidad, lo que le impide caer por ejemplo en el sadismo intelectual de los peores Coen.

El inconveniente con Analizando a Philip es, básicamente, de tono. Aquella voz en off que casi que nos relata un cuento, y que en los primeros minutos inunda la pantalla con una monotonía un poco molesta, se transfiere al orden de lo narrativo. Escasamente la película pueda escapar de ese adoctrinamiento formal que el director impone: a pesar de varios estallidos emocionales en las vivencias de sus personajes, la película no se desmelena nunca, avanza pensándose demasiado desde el look y el aspecto. Es más un tour de force estético, que exhibe a un director seguro en el cómo contar, pero un poco redundante en el qué contar.

Lo que sí demuestra Perry es un gran manejo en la dirección de actores: si algo de verdad surge en su película, eso se debe a Schwartzman, Pryce, Krysten Ritter y Elisabeth Moss. Especialmente Moss, una gran actriz que brilló en la serie Mad men pero que no ha tenido en el cine la suerte y la atención que merece. Su personaje es el único que logra evadirse del mundo autoindulgente y arrogante del resto de las criaturas que habitan el film, convirtiéndose de alguna forma en el punto de vista del espectador. Pero además su rostro es el que mejor soporta los primeros planos de Perry, la tensión en sus ojos es la chispa que precisa la película para encenderse de vez en cuando. Chispa que, por otra parte, Perry no se permite hacer estallar del todo y eso hace que su proyecto fracase en un mar de egolatría, más allá de su evidente talento para la construcción de unos diálogos acertadamente irónicos.